La Vanguardia

Caramelos en el 150.º aniversari­o

La confitería La Colmena, donde se elaboran los caramelos artesanos más antiguos de España, celebra el lunes un siglo y medio de andadura

- CRISTINA JOLONCH Barcelona

En un espacio minúsculo de la trastienda, el propietari­o de La Colmena (plaza de l’Àngel, 12) guarda cuidadosam­ente archivados un montón de documentos con los que va hilvanando la historia de la confitería que su familia regenta desde 1927, cuando el abuelo la compró junto a su hermano, y que recogerá en un extenso libro. Josep Maria Roig, que en su día impulsó la Associació d’Establimen­ts Emblemàtic­s, cuenta que no tienen constancia del año exacto en que abrió el negocio, pero sí de que el primer anuncio de la casa apareció en la prensa hace nada menos que un siglo y medio. Antes se había llamado Ca l’Abella, por su primer propietari­o, Rosendo Abella, y se encontraba en el local de enfrente, en el número

11 de Baixada de la Llibreteri­a (antiguamen­te Davallada de la Presó). Durante años se conservó el cartel con el nombre antiguo en la fachada lateral mientras que en la principal ya figuraba La Colmena.

El próximo lunes celebrarán el aniversari­o de la tienda en la que siguen elaborando algunos de los dulces clásicos de la casa. Y, sobre todo, los caramelos artesanos, repartidos en cajas transparen­tes apiladas sobre uno de los mostradore­s y ordenados por la veintena de sabores que hoy se siguen elaborando, con el valor añadido que supone haberse convertido en los más antiguos de fabricació­n artesana en España. “La fiebre contra el azúcar hizo bajar su consumo y nunca se volvieron a alcanzar las ventas de los mejores tiempos, en los años cincuenta”. En aquella época se llegaban a despachar 70 kilos diarios y era tradición que en Corpus los niños de las familias acomodadas lanzaran caramelos al paso de la procesión. Cuenta el propietari­o de La Colmena que sigue habiendo

un clientela fiel que se decanta sobre todo por las variedades de miel, de tomillo, hinojo, pino o eucalipto. También los hay de piña, de vainilla o de nata. Y hay turistas que los buscan porque saben que son únicos y que mantienen la receta de toda la vida. En verano, cuando la venta de caramelos baja, sube la de los bolados, puro azúcar con sabores, que aún algunos clientes mayores en verano echan dentro de la jarra del agua fría.

Mientras su hijo Antoni deposita en las bandejas los merengues recién hechos, Josep Maria Roig abre carpetas en las que hay facturas, escrituras de propiedad, y hasta una multa de 250 pesetas, en tiempos de Franco, por mantener el rótulo de la tienda en catalán y que el abuelo tuvo que pagar trinco-trinco .Oel libro en el que, escritos con una caligrafía impecable, aparecen los nombres con los detalles de las altas y las bajas laborales de empleados que él aún recuerda. “Como Trinidad Navarro, una dependient­a que había nacido en Puerto Lumbreras y que siempre agradeció el apoyo que recibió de los Roig cuando ella pasaba un mal momento y que defendió a capa y espada la tienda. “Durante la guerra gracias a ella no se llegó a socializar La Colmena”. Repasa el dueño un montón de historias de la familia, desde que el abuelo y su hermano llagaron de Vallbona de les Monges, de cómo mientras el abuelo se fue a América con 14 años, el hermano aprendía el oficio en la pastelería de La Mercè. “Cuando el abuelo regresó se asociaron para quedarse con la pastelería L’Estrella, en Nou de la Rambla”. Lo que allí ahorraron sirvió para quedarse con la tienda actual.

¿Recuerdos de infancia? Todos, desde que jugaban de niños escondiénd­ose entre los mostradore­s o en el obrador. A sus primeros ingresos, obtenidos a base de colocar con cuidado los bombones sobre bandejas y los domingos envolviend­o caramelos para ganarse una peseta. Si los sacerdotes de la zona siempre fueron buenos clientes, los feligreses aún más. Durante años los domingos fueron un frenesí de brazos de gitanoy tortell ala salida de misa. La festividad del Corpus, una locura de caramelos y trenzas dulces, que siguen elaborando. El Domingo de Ramos, toda una fiesta como ahora sigue siendo la Navidad con los turrones o Tots Sants con los panellets, que ellos venden durante todo el año.

Josep Maria Roig lamenta que la ciudad haya perdido muchísimas de sus pastelería­s y le reconforta que sus hijos sigan en el negocio. A él, bromea, cada vez le apetece más disfrutar de la naturaleza en el campo. Sin alejarse demasiado de su mundo dulce en la plaza del Àngel.

El propietari­o conserva documentos históricos del establecim­iento que recogerá en un extenso libro

 ?? PASTISSERI­A LA COLMENA ?? Tras el mostrador La familia del actual propietari­o se hizo cargo del negocio cuando los hermanos Josep Maria y Antoni Roig lo compraron en 1927. La tienda se
había llamado anteriorme­nte Ca l’Abella por su primer dueño, Rosend Abella
PASTISSERI­A LA COLMENA Tras el mostrador La familia del actual propietari­o se hizo cargo del negocio cuando los hermanos Josep Maria y Antoni Roig lo compraron en 1927. La tienda se había llamado anteriorme­nte Ca l’Abella por su primer dueño, Rosend Abella

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