El valor de la neutralidad
LA escritora y activista sudafricana Nadine Gordimer escribió que un ser humano no puede permanecer neutral ante el mundo que le rodea. Y, sin duda, tenía toda la razón, porque vivir supone comprometerse ante las injusticias, situarse al lado de los que sufren, denunciar las limitaciones a la libertad. Pero un medio de comunicación que explica la realidad debe aspirar a ser neutral, a buscar la imparcialidad, por más que sean utopías inalcanzables. La neutralidad en el periodismo no es falta de compromiso, sino que significa no ser dogmático, entender las razones del otro, apostar por la pluralidad de ideas, no dejarse arrastrar por las emociones o las ideologías. En las viejas escuelas de periodismo se enseñaba que los periodistas habían de ser objetivos, con los años la universidad rectificó el concepto: sobre todo, lo que debían ser los profesionales era honestos.
Esta semana uno de los think tanks más prestigiosos, con sede en Washington, el Pew Research Center, ha analizado los principales medios de comunicación en ocho países europeos (Alemania, Dinamarca, España, Francia, Holanda, Italia, Reino Unido y Suecia) y entre sus principales conclusiones sitúa a La Vanguardia como el medio más neutral e imparcial del Estado español. A nadie escapa que, en tiempos de trincheras como el actual, no es fácil burlar presiones de todo tipo para situarnos en posiciones ideológicas, pero estimula que los estudios internacionales resalten esta voluntad de militar únicamente en el servicio a la verdad.
Ello no equivale a decir que La Vanguardia aspire a moverse en la equidistancia, porque hay valores sociales y principios democráticos por los que este diario lucha a diario sin hacer ninguna concesión. Guardo un puñado de watsaps para mis memorias que ilustran la dificultad que esto representa.
Somos neutrales en la manera de abordar las noticias, no en la forma de juzgarlas.