El Prado recupera el brillo de una obra magistral de Bruegel el Viejo
La restauración de ‘El triunfo de la muerte’ rescata detalles tapados
Los crueles soldados de la Parca lo pasan en grande torturando a los pobres humanos y empujándolos en masa hacia el enorme ataúd de El triunfo de la muerte
(hacia 1562). Las escenas infernales que Pieter Bruegel el Viejo pintó en su magistral obra nos impresionan y sorprenden desde hace cuatro siglos y medio: tanto por su calidad pictórica como por su mensaje de terror y sarcasmo. Pero ahora el cuadro se aprecia casi mejor que nunca; igual de bien, seguramente, que cuando el flamenco lo pintó. Es la última gran restauración del Museo del Prado, que atesora dos de las alrededor de cuarenta pinturas que se conservan del patriarca de los Bruegel; el otro es El vino de
la fiesta de San Martín, comprado a un coleccionista particular en el 2010 y en su día también restaurado, aunque al ser una sarga al temple de cola no se conserva tan bien como el óleo sobre tabla presentado ayer.
Tal como explicaron el jefe de conservación de pintura flamenca del Prado, Alejandro Vergara, y la restauradora María Antonia López de Asiain, la reparación ha permitido ante todo recuperar los colores originales de la obra y distinguir mejor las formas. Algo fundamental en una creación tan precisa y rica, con cientos de figuras en decenas de escenas diferentes. “La pintura estaba amarillenta, ocre y opaca”, con sus barnices oxidados y repintes de anteriores intentos de restauración que falsearon o taparon detalles, indicó López de Asiain.
Además, la tabla se confeccionó con cuatro paneles horizontales de roble que en algún momento se sometieron a un aplanamiento y a un sistema de engatillado “pernicioso”. Como resultado, se habían abierto fisuras que atravesaban el cuadro; la composición de la pintura se había alterado y la madera no podía moverse de manera natural. Otro restaurador, José de la Fuente, se ocupó de esta parte mecánica con la que se aseguró la estabilidad de la pieza.
Los elementos tapados en distintos repintados o borrados erróneos se descubrieron gracias a sendas copias realizadas por los hijos del autor –Jan Bruegel y Pieter Bruegel el Joven– a partir del original del padre. De este modo se hallaron un quinto plato rojo en la mesa de la parte inferior derecha, el cinturón negro de un personaje femenino en la misma zona y un trozo del palo de guía del carro que aparece a la izquierda. Al mismo tiempo, la limpieza no sólo hizo rebrotar el colorido y la nitidez de todo el conjunto sino que visibilizó detalles técnicos antes invisibles. Como las huellas digitales que el pintor dejó impresas en el humo de la hoguera del centro al aligerar la pintura con sus dedos.
“El cuadro es una maravilla”, declaró Vergara. Y su autor “no es menos importante que Miguel Ángel, Leonardo o El Bosco” –en cuyas pinturas basó los grabados de su primera etapa antes de ponerse a pintar–, añadió. Bruegel el Viejo brilla como nunca en el Prado.
“Bruegel el Viejo no es pintor menos importante que Miguel Ángel, Leonardo o El Bosco”