Al inversor, puente de plata
“Yo no veo a un empresario como a alguien que tiene cuerno y rabo, sino a alguien necesario para la generación de riqueza y puestos de trabajo en mi ciudad”. Así de clara es la visión de las relaciones entre el sector público y los agentes económicos que se estila al otro lado de la Riera Blanca. La autora de la sentencia es la alcaldesa de l’Hospitalet de Llobregat, que ayer volvió a encandilar con sus dotes para vender el producto a una treintena de empresarios que almorzaron con ella en el hotel Mandarin Oriental de Barcelona, en un encuentro organizado por la Cámara de Comercio Británica en España.
En los diez años que lleva en la alcaldía de la segunda ciudad de Catalunya, Núria Marín, que no reniega de la marca Barcelona sino que trata de sacar el mayor provecho de ella y de la proximidad con la capital, se ha doctorado en ingeniería de puentes, los puentes de plata con alfombra roja que tiende a todo aquel empresario convencido de que difícilmente encontrará en Europa mejor lugar para invertir que en esta ciudad estratégicamente ubicada, muy bien comunicada y a tiro de piedra de un puerto, un aeropuerto y una feria de primerísimo nivel, una ciudad a la que no parece importarle mucho que la confundan con una poderosa vecina que, en los últimos tiempos, mira con excesiva desconfianza a aquellos que aspiran a hacer negocios.
L’Hospitalet, como otros municipios del área metropolitana, lucharon durante décadas contra el estigma de las ciudades dormitorio o fábrica. En algunos casos –Sant Adrià mejor que nadie podría escribir una enciclopedia al respecto– se convirtieron en enormes vertederos de infraestructuras molestas que Barcelona expulsaba. Mucho han cambiado las cosas y hoy la ciudad que, por un capricho de la historia y de las autoridades de hace un siglo, fue jibarizada y perdió la oportunidad de albergar una zona franca trata de hacer suyos proyectos en los que Barcelona ha dejado de creer. ¿Cualquier proyecto? No. Núria Marín aclaró que en su ciudad son especialmente bienvenidas las inversiones que encajan en las apuestas estratégicas de l’Hospitalet (hoteles, sector biomédico, industrias culturales) pero que en este municipio de apenas 12,4 km2 con las densidades de población más altas de Europa no caben inventos exóticos como la enorme noria, imitación del London Eye, que unos aventureros convencidos de las posibilidades del sky line de Bellvitge trataron de venderle sin éxito. Otra cosa bien distinta es el gran centro de medicina tradicional china que se levantará en la antigua fábrica textil Godó i Trias. Ya se está trabajando en el proyecto de rehabilitación de las naves modernistas y en octubre podrían comenzar las obras. Marín confesó que al principio no vio clara la inversión de los chinos. Hoy está convencida de que no se trata de un cuento.
El auditorio valoró especialmente la condición de alcaldesa business friendly de Núria Marín que tanto echan en falta en sus relaciones con otros ayuntamientos. “¿Por qué tenemos tanto interés en dar facilidades a las empresas?, se preguntó la invitada. “La respuesta es de primero de EGB: es esencial que nuestros ciudadanos puedan tener oportunidades”, dijo Marín. Y para que esas oportunidades no sean pocas tienen sentido algunas iniciativas surgidas en l’Hospitalet y que van abriéndose camino en otros municipios. Una de ellas provocó, como era de esperar, el asentimiento generalizado de los comensales. Se puso en marcha hace dos años y, según la alcaldesa, es un éxito. Dos mil alumnos de 28 centros públicos y concertados mejoran su dominio del inglés gracias a la aportación de los auxiliares de conversación contratados por el Ayuntamiento. “Es esencial que el ascensor social funcione”, argumentó Núria Marín.
La alcaldesa no se despidió sin explicar el gran cambio que experimentará l’Hospitalet en los próximos años: el soterramiento de las vías del tren, una obra que trasciende el ámbito local (la división física
Núria Marín vende la imagen de l’Hospitalet como ciudad de negocios ante la Cámara de Comercio Británica
de los barrios de la ciudad) para asumir la condición de remedio para los males de Rodalies. Los trabajos deberían comenzar en el 2020. Pero antes la autodefinida “gota malaya” de los ministros de Fomento quiere dejarlo todo bien atado, obtener garantías por escrito de que esta vez hay más que promesas. “Estamos redactando un convenio –explicó Marín– para asegurarnos que si viene otro gobierno y no está dispuesto a cumplir podemos ir a los tribunales y exigir lo que nos corresponde”.