La Vanguardia

Ganas de llorar

- Laura Freixas

Las hermanas de mi padre emigraron a Catalunya, pero nunca hemos perdido el contacto. Somos una familia muy unida, todos los años nos las arreglamos para pasar juntos al menos una semana, en Catalunya o aquí en La Rioja”. Estamos en un bar de Logroño, compartien­do cañas y tapas después de la presentaci­ón de un libro. La mujer que me habla tendrá unos sesenta años y le gusta leer. No sé más. “La última vez fueron unas vacaciones en un camping en Calafell, hace dos veranos. Lo pasamos genial, éramos veintisiet­e… Pero ahora…”. Se calla. “¿Ha pasado algo?”, pregunto. “Pasar, pasar… no… sólo que mis sobrinos han dejado de llamarnos. Les sigo en Facebook y veo que se han hecho independen­tistas. No sé si será por eso…. pero yo… ya no me siento cómoda y tampoco les llamo”.

Unos días antes de esa conversaci­ón, estaba yo en la Feria del Libro de Madrid cuando un librero de Barcelona al que conozco hace años se acercó a la caseta. Llevaba un lazo amarillo en la solapa. Por supuesto, le saludé, me saludó, hablamos, en catalán –siempre aprovecho las ocasiones de hablarlo en Madrid– de la feria, de mi libro, del tiempo… Fue todo, en apariencia, muy cordial. Pero yo ya no sé si seguiré yendo a su librería. No será una decisión deliberada… sólo elegiré otra, sin motivo aparente. Como me ha pasado con tantos otros lugares y personas: poco a poco, como quien no quiere la cosa, los he ido evitando. Me duelen.

Si por lo menos pudiéramos hablar de distintos asuntos, como hacíamos antes… sin saber que hay en la habitación un elefante al que nadie menciona… Si pudiéramos intercambi­ar despreocup­adamente comentario­s, opiniones… Pero cuando todo gira en torno a un solo tema y ya no hay matices, ni argumentos, sino lazo amarillo o bandera rojigualda, “els carrers seran sempre nostres” o “a por ellos”, “un sol poble” o “sólo veo españoles”, poner cruces o quitarlas… ¿cómo se puede enraonar, o sea hablar razonando?

Intenté distraer a la lectora riojana llevando la conversaci­ón a otros terrenos. Que nos emocionára­mos, nos preguntáse­mos, nos indignáram­os, nos riéramos a carcajadas, hablando de la moción de censura, del futuro de Pedro Sánchez, del chalet de 600.000 euros, de la sentencia de la Gürtel, la detención de Zaplana, el show de Marta Sánchez… Pero no hubo manera. Ella miraba su vaso y murmuraba: “Yo sólo sé que tengo ganas de llorar”. Y la verdad es que yo también.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain