La Vanguardia

Confesione­s de un Premi d’Honor

Quim Monzó, escritor

- MAGÍ CAMPS

Ya ha podido escribir la carta de agradecimi­ento a Jordi Cuixart? No. Ya he decidido que la carta es todas las veces que eso se ha difundido: es una carta no escrita.

¿De todos los premios que ha recibido, el Premi d’Honor de les Lletres Catalanes tiene algún sentido especial?

Me presenté a premios cuando era jovencito y no había publicado nada. En Premià me dieron uno por un cuento. Y después el Prudenci Bertrana porque era la única vía de publicar en aquella época. No existía la autoedició­n... Y no me he presentado a ningún otro. Los otros que me han dado son por obra publicada. Este de ahora es un premio a la trayectori­a, y me sorprendió porque no me lo esperaba. Para mí era una cosa muy seria. Se lo dieron a Rodoreda, Joan Oliver, Espinàs..., gente seria. Pero yo estoy encantado.

Empezó siendo un escritor con elementos de humor y cada vez se ha vuelto más cínico, más agrio.

Como no sé inventarme muchas vidas, hablo de la mía. Y cuando tenía 25 o 30 años era muy diferente de ahora, que voy hacia los 70. La vida se vuelve más agria. Mi último libro de relatos iba de gente que moría, de residencia­s de ancianos, de tanatorios, que era el mundo en que me movía en aquel momento.

¿El de sus padres?

Sí. Vas narrando lo que más o menos vives, deformándo­lo, porque la realidad es bastante menos divertida, pero en cualquier caso el humor siempre está, porque puedes hacer humor negrísimo sobre la muerte, sobre las desgracias.

Es muy activo en Twitter. Su perfil dice que es “bruxism analyst”, de apretar los dientes.

Cuando autentific­an un perfil, piden que te definas. Puse narrador y al cabo de unos años lo cambié y puse influencer, y entonces pensé que la gente pensaría que iba en serio, y lo volví a cambiar.

Pero sí que es influencer, tiene 326.000 seguidores.

Pero no se entendería la ironía. En cambio, sí soy analista del bruxismo, todo el día pensando si aprieto los dientes.

¿Se siente cómodo en Twitter?

A ver, es una gilipollez, pero como tengo una vida socialment­e muy limitada –procuro no quedar con nadie, no comer con nadie–, me permite establecer contacto con la gente, insultar si te insultan, es un poco la bronca de la barra de bar que hacía antes.

De niño con sus padres hablaba en castellano. ¿Cuándo empieza a hablar en catalán?

Nací en una familia en el barrio de Sants. Mi padre era catalán, mi madre era andaluza. Entre ellos hablaban en castellano y conmigo también. Un día mi madre le dijo a mi padre: ¿“Tú eres idiota o qué? Eres tú quien le tiene que hablar catalán, que el mío es muy malo”.

¿Qué edad tenía?

Debió de ser a los seis años, pero eso lo he sabido después. Yo no tenía la conciencia de que eran dos lenguas. La gente que estudia el bilingüism­o dice que tenemos esta percepción: todo es una cosa única que tiene estratos, en unos ámbitos se usa una lengua y en otros, la otra. Es la diglosia. Hasta que tomo conciencia de que hay dos lenguas diferencia­das.

Cuando decide escribir su primer cuento, ¿se plantea en qué lengua lo hará?

Sí. Debió de ser hacia los 14 años. El mundo que me rodeaba era catalán: la calle hablaba catalán, también los compañeros de colegio. Se me hacía muy difícil explicarlo en otra lengua que no fuera el catalán.

¿Y las primeras lecturas?

Leía mucho. Los primeros libros estaban en castellano, eran los que había en casa, pocos. Cuando empecé a comprar, a los 13 o 14 años, quedé enamorado de dos de A Tot Vent: uno era La nàusea, de Jean-Paul Sartre, y el otro era El procés ,de Franz Kafka, traducido por Ferrater. Aquella lengua fluía. Cuando empiezas, haces procesos imitativos, aunque también leía mucha literatura sudamerica­na. Pero me sentía cerca de aquellas traduccion­es de A Tot Vent porque usaban una lengua que me servía para explicar el mundo que me rodeaba.

Siempre ha tenido una obsesión por la lengua.

Reviso porque no sé lengua. No estudié nunca catalán, y castellano hasta cuarto de bachillera­to, que quiere decir no estudiar nada. Y, claro, escribía como a mí me parecía y cuando lo repaso unos años más tarde me doy cuenta de que me he equivocado mucho y de que hay cosas no las hago bien. Y entonces vas revisando y vas aprendiend­o. He aprendido catalán escribiénd­olo.

¿Cuáles son sus referentes, los autores que lo influyen?

Los primeros son los que te marcan, después ya no, porque tú ya no eres aquel adolescent­e moldeable. Yo era adolescent­e en la época del boom latinoamer­icano: Bioy Casares, Cortázar, Borges... eran Dios. García Márquez, que tiene unos cuentos maravillos­os, Ojos de perro azul. Y Monterroso. Estos eran la base, luego están los norteameri­canos: Donald Barthelme me fascinaba, y Robert Coover. Y los italianos: Italo Calvino, Dino Buzzati. Manganelli lo descubrí ya mayor, pero Centuria. Cien breves novelas-río

me emocionó: cien novelas de una página. Los franceses: Boris Vian, cómo se ríe de todo, Queneau.

SOBRE TWITTER

“Como tengo una vida social limitada, me permite establecer contacto con la gente”

INFLUENCIA­S

Calders, el boom latinoamer­icano, Vian, Queneau, Calvino, Coover, Barthelme...

¿Hay algún catalán? Calders. Para mí la literatura catalana no existía. En el colegio de los años cincuenta y sesenta la literatura no existía mucho. Como mucho te hacían aprender de memoria Admirose un portugués y La canción del

pirata. Pero la literatura catalana no existía. Un día, bajando por Pelai, en la librería Bastinos, veo un libro de tapas verdes con todos los cuentos de Calders, y quedé fascinado.

¿Es eso lo que hace que prefiera escribir cuentos? No tomo una determinac­ión en ningún momento, empiezo a escribir una historia y llega hasta donde llega. Borges decía que no había leído ninguna novela a la que no le sobraran doscientas páginas. Manganelli decía una cosa parecida: “Una novela son 80 líneas de texto y tres metros cúbicos de aire. Yo dejo las 80 líneas y elimino el aire”.

Y usted lo suscribe.

Sí. Cuando ves que alargarías, piensas que ya está. Podrías añadir ramas, dejar que la planta crezca, pero no. Pero hay grandes novelas. El cubano Cabrera Infante tiene una que es un tocho, Tres tristes tigres ,yno sobra ni una línea.

¿Ahora qué autores le gusta

leer? ¿O quizá prefiere releer? Leo poco, pero leo mucha informació­n. Paso cantidad de horas leyendo prensa de aquí, de allá y de todas partes. Antes iba a un quiosco muy bonito cerca de aquí, tenía toda la prensa extranjera, pero ahora todo eso se ha ido al garete. Ahora lo leo por internet. Me ahorro el camino hasta el quiosco y por eso tengo las piernas fastidiada­s, de no andar.

¿La lee porque le gusta o buscando

temas para sus artículos? A los 18 años trabajaba en un estudio de diseño gráfico y cuando iba a desayunar me leía toda la prensa y no tenía ninguna necesidad. Las historias que se cuentan son muy buenas, te despiertan la imaginació­n. Y se hacen relatos. Hay una de un hombre que guarda el cadáver de su mujer en un armario porque no ha aceptado su muerte y, por tanto, ha mantenido una vida con la mujer cadáver. Eso ya es un cuento, quizá se ha de retocar, sin embargo, para mí, cuanto más fría sea la narración, mejor.

¿Sigue a algún autor actual?

Sigo con interés a Shelley Jackson, y también a Michele Mari, un italiano que descubrí con Tu, sanguinosa infanzia, que ya debería estar traduci- do aquí. Desde entonces cada libro ha sido una sorpresa. Ah, y el argentino César Aira. Escribe unos relatos larguísimo­s pero que no llegan a una novela, hace nouvelles ,ynopara de escribir. Si te lo lees con calma y aislado del mundo, yo no sé de qué planeta baja ese individuo. En los años ochenta y noventa me reprochaba­n que no hiciera una gran novela, una novela larga. Hago lo que me sale de las narices, como los escritores que admiro. Existen grandes sinfonías y también canciones de rock espléndida­s, de cuatro minutos. ¿No dicen que el tamaño no importa?

¿Por qué ha sido siempre fiel a Quaderns Crema?

“Se me humedecier­on los ojos un día que vi una ‘moixiganga’ y sonaba ‘La muixeranga’”

“Las historias que se explican te despiertan la imaginació­n; y se hacen relatos”

No es verdad. Empecé publicando en Edicions 62, después con una que estaba relacionad­a con El Viejo Topo, Iniciativa­s Editoriale­s, y después sí empecé con Vallcorba.

Entonces usted crece como escritor y ya no se mueve de ahí.

Sí, porque a mí no me movía el dinero. Las ofertas que he tenido a lo largo de mi vida eran para retirarse y comprarse un chalet como el de Pablo Iglesias. Pero no quería entrar en ese rollo, yo quería que me entendiera­n, y Vallcorba me entendía. Era un editor de verdad, no un editor impresor de los que no tenían criterio y lo publicaban todo.

Ahora escribe un artículo cada día en este diario y en el Magazine. ¿Los repasa mucho?

Hasta seis veces. Entonces lo tienes que traducir y hay muchas cosas que no encajan y que las tienes que rehacer para encontrar una lengua más sensata. A veces cambias una cosa en una lengua y piensas que vale la pena cambiarla también en la otra.

Porque hace una relectura en otra lengua.

Es como cuando lees una obra que te han traducido y piensas: “Este tío no escribe mal”, porque ya no lo ves como si fuera tuyo.

Usted se cabrea por muchas cosas, pero ¿qué le puede emocionar hasta humedecerl­e los ojos?

(Piensa) Hace unos diez años, un sábado que paseaba por la plaza Nova estaban montando una moixiganga, con una torre humana simple, y sonaba La muixeranga .Me puse a llorar. No pude evitarlo. Me pasa también con mucha música fiestera valenciana y no es influencia paterna. (Vuelve a pensar) En el capítulo de música más o menos punk, no puedo mirar el vídeo de 99 Luftballon­s de Nena sin que me pase lo mismo. (Sigue pensando) Me humedeció los ojos una filmación del recorrido que hizo De Gaulle desde Montreal hasta Quebec y acabó con aquel “Vive le Québec livre”. Aquello propició después los dos referéndum­s.

¿Cómo ve el momento político?

Yo soy pesimista, pero el Estado español está quedando desnudo ante el mundo, es fascinante. Cada vez que tumban una euroorden al juez aquel... Se creen que España es su cortijo. Eso que llaman el régimen del 78 fue un callar, Franco había nombrado sucesor y desde entonces se ha ido callando y tirando. Que eso sea para bien, que se vaya a la mierda este Estado, lo veo muy difícil porque tienen la fuerza.

¿Cómo ve el futuro del catalán?

Está en un momento en que se va degradando en eso que llamamos catañol, es como el espanglish. Aquí la gente habla dos lenguas: el español y el catañol, y alguna gente habla catalán. Ya somos trilingües.

¿El discurso del Palau será un Frankfurt 2?

Eso me fastidia. Cuando fui a Frankfurt tenía un encargo que era presentar ante los editores del mundo una cultura, la cultura catalana. Mañana la gente se cree que pronunciar­é un discurso y son unas palabras de agradecimi­ento, que es muy distinto.

POLÍTICA

“El régimen del 78 fue un callar, Franco había nombrado sucesor y se ha ido tirando”

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