La Vanguardia

Brasil se fracciona en Curitiba

La ciudad donde Lula está encarcelad­o refleja la polarizaci­ón del país

- ANDY ROBINSON

“¡Buenas noches , señor presidente!”, saludaron al unísono los seguidores de Luiz Inácio Lula da Silva, el expresiden­te brasileño encarcelad­o desde hace casi dos meses en la cárcel federal de Curitiba, un bloque gris que se vislumbrab­a a unos 200 metros detrás de una barrera policial.

“Gritamos todos los días a las siete de la tarde; Lula dice que nos puede oír”, explicaba Pauliana Silvia Gonçalves, militante del Partido del Trabajo (PT), que había venido desde Espíritu Santo –1.500 kilómetros al norte; tres días en autobús fletado– para participar en la vigilia. “¡Más alto!”, animaron los monitores, todos vestidos, igual que Pauliana, de gorras y camisetas color rojo del Movimiento de Trabajador­es sin Tierra. “Si abandonamo­s este espacio, perdemos”, prosiguió Gonçalves, que hace diez años trabajó de jornalera en Catalunya, en Lleida. Ahora, acampada con medio millar de compañeros en la periferia de Curitiba, dice que seguirá “hasta que suelten a Lula”.

Bastante próspera, conservado­ra, y de tez más blanca que en otras partes de Brasil, Curitiba, una ciudad de 1,8 millones de habitantes, es ya el epicentro del Lava Jato (lavacoches) la investigac­ión anticorrup­ción más grande de la historia. Desde las oficinas de la justicia federal en el centro de la ciudad, el admirado juez Sergio Moro condenó a Lula a nueve años de cárcel por blanqueo de dinero y corrupción. Según la sentencia, la constructo­ra OAS pagó un soborno de un millón de euros al expresiden­te camuflado de una reforma de un apartament­o en la playa, que Lula insiste en que no es suyo. OAS era una de las empresas involucrad­as en el caso de corrupción en la gigantes petrolera Petrobras.

¿Por qué Curitiba? “Fue cuestión de suerte; uno de los primeros acusados es de aquí; y el caso se fue ampliando”, dijo Paulo Roberto Galvao, un joven fiscal del equipo de Lava Jato. Pero, una vez iniciada la investigac­ión, Moro no ha soltado nada. El mes pasado desató una polémica al negarse a mandar pruebas al Tribunal Supremo para evitar la transferen­cia de competenci­as en la próxima fase del juicio de Lula .

Brasil está dividido ante el en- carcelamie­nto de su presidente más carismátic­o bajo órdenes de su juez más intrépido. Por un lado, están los que creen que Moro es el Eliot Ness brasileño, un juez que limpiará la corrupción de la faz del país, al igual que los intocables hicieron con Al Capone. Formado en la escuela de derecho de Harvard, y forofo de los cómics de superhéroe­s Batman y Spiderman, a Moro no parece que le incomode

EL PAPEL DE SERGIO MORO El juez que condenó al expresiden­te más popular es visto como el Eliot Ness brasileño

EL CASO LAVA JATO Curitiba es el epicentro de la gran investigac­ión anticorrup­ción que ha sacudido todo el país

la comparació­n. Recorriend­o Curitiba con una decena de guardaespa­ldas, el juez recibe homenajes por doquier.

“Vino Moro el otro día y todo el mundo se levantó y aplaudió”, dijo la camarera del macroresta­urante italiano Madalosso.

Por el otro lado, están los que creen que la investigac­ión judicial de Moro es selectiva y sesgada contra el PT. “Esto obviamente es un ejemplo de cómo lograr un objetivo político mediante una investigac­ión judicial”, opinaba el escritor Jose Augusto Ribeiro, biógrafo del mítico expresiden­te Getulio Vargas, durante una visita a la vigilia en apoyo a Lula.

Los jueces en Curitiba lo niegan enérgicame­nte. “Empezamos con los partidos en el gobierno del 2002 al 2016 (principalm­ente el PT) porque lógicament­e el dinero

ilícito de Petrobras iba principalm­ente hacia ellos y no a la oposición”, dijo Galvão, durante una entrevista en una oficina abigarrada de premios internacio­nales otorgados a los jueces de la operación Lava Jato.

El PT –que ha desplazado su sede nacional a Curitiba– pretende mantener a Lula como candidato al menos hasta la primera vuelta de las elecciones. Se mantiene un rebuscado debate respecto a si va a ser legalmente posible. En principio, la llamada ley de Ficha Limpia lo prohibiría. Pero existe una cláusula en la misma ley que podría aplazar la inelegibil­idad hasta después de los comicios. Pese a ello, los medios de comunicaci­ón, sobre todo la poderosa red Globo ya han borrado al expresiden­te –aún líder en los sondeos– de su cobertura electoral.

“Estamos haciendo la vigilia para no borrar a Lula de la memoria”, afirma Ana Julia Ribeiro, de sólo 17 años, miembro de la organizaci­ón de estudiante­s que apoya al expresiden­te en la universida­d de Curitiba.

La polarizaci­ón del país se plasmó el pasado miércoles en la calle Guilherme Matter, a un tiro de piedra de la cárcel, donde los vecinos hacían todo lo posible por hacerse oír por encima de los acampados. Un vecino soltó por megáfono una arenga anti Lula. En frente, el residente de un bungaló se puso a dar largos pitidos con una trompeta de plástico. La vigilia en defensa de Lula “no es una protesta; es una invasión”, dijo Silmara Gómez, exempleada bancaria jubilada a los 50 años. “La idea de ellos es el comunismo mismo; quieren instalar su ideología aquí en Curitiba” (...) beben cachaza (ron brasileño) la noche entera”.

Esto puede recordar a la vieja derecha brasileña. Aquellos estudiante­s, por ejemplo, que quemaron cientos de libros “subversivo­s” en las calles de Curitiba tras el golpe militar de 1964. Pero hay una diferencia.

Los anti-Lula ya no se fían ni de sus propios líderes conservado­res. Sólo de los jueces de Curitiba. “Moro no tiene miedo (…); todos los políticos deben pagar”, dijo otra vecina. Días antes, como era de esperar, la rabia se tornó violenta. Un 4x4 entró en el campamento y disparó contra los activistas pro Lula, con un saldo de tres heridos.

TENSIÓN EN AUMENTO

Los choques entre los acampados pro Lula y los vecinos ya se han saldado con heridos

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RODOLFO BUHRER / REUTERS El actor norteameri­cano Danny Glover, con gorra roja, junto a los partidario­s de Lula el pasado miércoles en Curitiba
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