EE.UU. y sus aliados velan armas en el norte de Siria
El régimen de Damasco y las milicias se dan una opción para negociar la paz
La tranquilidad que llega con el caer de la tarde en las planicies del noreste de Siria, donde la guerra contra el Estado Islámico (EI) hace tiempo ha dejado de existir, es interrumpida por el ruido de las turbinas sobre la carretera principal que conecta el nordeste del país. Un imponente AC-130 estadounidense aparece en el cielo y desciende hasta aterrizar en una pista de tierra escondida detrás de una colina.
Esta es una de las varias bases de la coalición internacional en esta región bajo control de las Fuerzas de Siria Democrática (SDF), una alianza conformada por el YPG kurdo, milicias árabes, cristianas y otras fuerzas minoritarias, que se creó en el 2015 para luchar contra el EI. Se calcula que alrededor de 2.000 estadounidenses están desplegados en la zona.
Las SDF desde el terreno y la coalición internacional desde el aire han recuperado la mayor parte de las tierras al este del Éufrates y hoy luchan por controlar los últimos bastiones del EI en las cercanías de Deir Ezzor. Se considera que las SDF tienen el control de alrededor del 30 por ciento del país.
“Creo que aun después de que se haya terminado con la batalla contra el EI, la coalición internacional tiene la obligación moral de continuar su presencia en esta zona. Se ha hecho un gran sacrificio y ahora se debe dejar un vacío para que el régimen y sus aliados intenten tomar el control”, aseguraba durante una entrevista el pasado 16 de mayo, Kino Gabriel, el portavoz de las SDF, en un momento en que el cerco en torno al EI se estrecha.
¿Se quedarán los estadounidenses después del EI? ¿Qué pasará si Washington decide retirar las tropas como dijo Donald Trump? ¿Podrá haber una incursión turca co- mo pasó en el cantón de Afrín, uno de los tres que conforman la región de mayoría kurda en Siria conocida como Rojava? ¿Cuál será la relación con el régimen en el futuro?
“No nos vemos en confrontación directa con Damasco. Estamos esperando a conocer qué quieren de verdad”, aseguraba Kino Gabriel, que como otros integrantes de las SDF plantea que la única alternativa para poder terminar el conflicto en Siria es una solución política.
Dos semanas después de esta conversación y de otras más sobre el nordeste de Siria, las respuestas a algunos de estos interrogantes fueron aflorando. En una entrevista dada a la televisión rusa RT la semana que termina, el presidente sirio Bashar el Asad culpó a las SDF de ser el único problema que queda en Siria. “Vamos a lidiar con ellos de dos maneras”, señaló El Assad. Considera que se han empezado a abrir puertas para la negociación y que si estas fracasaban entonces se lanzaría una campaña para liberar las tierras a la fuerza.
“La mayoría de ellos son sirios y supuestamente quieren a su país”, dijo El Assad, que aseguró que, como sirios, a los miembros de las SDF tampoco les gusta ser mariono
netas de extranjero alguno y no confían en los estadounidenses. “Ellos –por EE.UU.– dicen una cosa y luego hacen otra… Así que tenemos una opción y es vivir unos junto a los otros y para siempre. Es la primera opción”, añadió para luego agregar que de lo contrario solo quedará la salida de la confrontación. Dio a entender que no esperará a una salida de las tropas estadounidenses antes de atacar. “Los americanos deben irse. De alguna manera se irán”, sentenció.
Rápidamente, después de que las protestas que surgieron en Siria en el 2011 se convirtieran en una confrontación armada, los fieles al régimen se retiraron de las regiones de mayoría kurda en el norte del país. Desde entonces se dio un acuerdo implícito de no agresión entre los kurdos y Damasco que incluía que las fuerzas del régimen continuarían con una pequeña presencia en el centro de Qamishli, ciudad fronteriza con Turquía y cercana también a la frontera con Irak, y mantendrían allí el control de aeropuerto. Este pacto se extiende hasta hoy.
“Al principio de la guerra no tomamos partido, ni el régimen ni la oposición. Por eso hoy seguimos pensando que el siguiente paso que se debe dar es buscar una solución política que incluya a todas las partes de Siria… Nosotros somos parte de Siria”, explica Mustafa Bali, otro de los portavoces de las SDF y director del centro de prensa en Ain Aissa. “Pensamos que la mejor opción para Siria es el federalismo, pero no estamos cerrados a discutir otras alternati- vas. No queremos ser como el régimen, que tiene una sola aproximación a la realidad”, añadió Bali.
Con el transcurrir de la guerra los kurdos iniciaron una confrontación con diferentes agrupaciones que intentaban avanzar hacía su territorio hasta terminar en una lucha frontal con el EI, especialmente cuando los yihadistas intentaron tomar el cantón de Kobane en el 2014. Aquel ataque retransmitido casi en directo por las cadenas de televisión, que filmaban desde el lado turco de la frontera, motivó la intervención de EE.UU., que poco a poco fue ganando protagonismo en la lucha contra EI.
“Ellos –por la coalición internacional– vinieron a estas tierras gracias a un acuerdo para pelear contra el terrorismo. Y todos lo saben”, explica Bali que señala que el hotel donde hablamos era entonces una base llena de soldados. Kobane tiene hoy una vida normal. Decenas de almacenes están abiertos y un gran sector de la población ha regresado a pesar de que la reconstrucción avanza a un ritmo lento.
Esta es una dinámica que se repite en muchas poblaciones de esta zona. Jad, un kurdo que buscó refugio en Turquía durante dos años, señala que la vida es incluso más activa que cuando el régimen tenía presencia. Antes, dice, la gente no hablaba y todo el mundo iba con cautela por miedo a los servicios de inteligencia. “Ahora también hay más dinero, pues hay organizaciones trabajando y eso mueve la economía”, dice Jad que, a diferencia de muchos kurdos, no cree que Turquía vaya a intentar tomar el control de Kobane en caso de que los estadounidenses se retiren.
Entre los habitantes de esta región se dan diferentes recelos. El principal temor de los kurdos es lo que pueda hacer Turquía. Otros grupos temen a las milicias que apoyan al régimen. “El problema no es el ejército sirio, sino las milicias”, dice un habitante de Raqa hoy desplazado en Tal Abyad.
“Si la coalición nos ayuda en el futuro, será fantástico. Pelear contra el EI no solo es una cuestión militar, también hay que pelear contra la mentalidad. Pero si se van, no significa que vayamos a perder las esperanzas”, añade Bali que reconoce que se decepcionaron con Estados Unidos y el resto del mundo cuando los turcos avanzaron hacía Afrín sin que nadie hiciera nada para detenerlos. “La misma gente que combatió en Kobane, combatía en Afrín. Pero todos se hicieron los sordos y los ciegos”, dijo.
“Ellos –por el régimen y sus aliados– pudieron haber intentado liberar estas zonas bajo control del EI. Pero fueron las SDF y la coalición quienes lo hicieron, y por eso pienso que deben quedarse al menos hasta que encontremos una solución política para Siria en la que todos podamos vivir con dignidad, incluida toda la gente que ha pelado contra el EI”, concluye Kino Gabriel que insiste en que son los sirios, y no otros, los que tienen que decidir qué es mejor para ellos.
“No nos vemos en una confrontación directa con Damasco”, asegura un miliciano de la oposición