Siete horas con Mariano
La reunión del jueves por la tarde en un restaurante sirvió sobre todo para descartar la dimisión de Rajoy
La reunión que el líder del PP, Mariano Rajoy, sostuvo el pasado jueves por la tarde con varios ministros y miembros de su equipo de estrechos colaboradores se dedicó especialmente a analizar y descartar su posible dimisión. El propio Rajoy estaba convencido de la inconveniencia de dar ese paso, y quiso compartirlo con los suyos. Siete horas con Mariano dieron para mucho más, pero ése fue el punto clave.
El pleno del Congreso avanzaba y en el escaño del presidente del Gobierno sólo aparecía el bolso de la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría. Por la mañana, Rajoy ya había despachado el cara a cara con el líder del PSOE, Pedro Sánchez, con intervenciones duras, apenas suavizadas por el recurso frecuente a la ironía. La tarde iba a ser mucho más relajada. En un reservado del restaurante Arahy, junto a la Puerta de Alcalá, Rajoy expuso a algunos de sus más próximos cuál iba a ser el desenlace de la moción de censura, y los planes que tenía al respecto.
De entrada, de dimisión nada. Ya con anterioridad al debate Rajoy confesó a los suyos que veía perdida la partida. Sencillamente, porque el PNV iba a fallarles. A mediodía del jueves le llegó la confirmación. Cuando Sánchez anunció que presentaría la moción de censura, Rajoy y su equipo reaccionaron poniendo en marcha diversas iniciativas para mantener el apoyo de los nacionalistas vascos. Pero el presidente del Gobierno siempre estuvo convencido de que la suerte estaba echada. Era algo más que un presentimiento. Así se lo dijo Rajoy a sus colaboradores, que a su vez trataron de animarle para que se intentara todo, en especial a la vista del éxito obtenido en la negociación de los presupuestos, que había sido muy provechoso para ambas partes, para el PP y para el PNV.
Sin embargo, cuando se fue al restaurante, Rajoy ya sabía que su caída era cuestión de horas. Consideró más urgente explicar su postura a su gente que asistir a las Cortes. Allí estuvieron, entre otros miembros del Gobierno, la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal –secretaria general del PP–; el de Fomento, Íñigo de la Serna, y la de Empleo, Fátima Báñez, integrante de los equipos de gobierno de Rajoy desde la formación de su primer Ejecutivo, en el 2011. Y, por supuesto, la secretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez Castro. El Gobierno al completo mantuvo ayer otro almuerzo, de despedida, en un restaurante de El Pardo, Filandón.
La reunión del Arahy derivó pronto en charla, en encuentro de amigos. Los que pasaron la tarde con él le vieron claramente tocado, pero no hundido. Poco a poco, entre copa y copa, se habló de todo. Rajoy se desahogó y se dejó arropar. En su balance destacó dos puntos, la evolución económica y Catalunya. Sobre lo primero, su gran reivindicación será siempre la que resumió en su breve intervención de despedida en el Congreso, la idea genérica de que ha dejado un país mejor que el que encontró a su llegada a la Moncloa. Más preocupado se va por el conflicto institucional y social con Catalunya. Rajoy explicó a los suyos que se marcha satisfecho de haber aguantado el “desafío independentista”. Le preocupaba pasar a la historia como el presidente en cuyo mandato hubiera podido empezar un proceso de desmembración de España. Para Rajoy, la aplicación del artículo 155 de la Constitución, para destituir al Govern y el Parlament, fue un acierto. Pero lo fue más por el hecho de haber logrado atraer al PSOE y Ciudadanos para que apoyaran la medida. El presidente les repitió a sus colaboradores aquello que había dicho poco antes en la tribuna del Congreso sobre su condición de ciudadano español, obligado como mandatario a preservar prioritariamente la unidad del país. Y todos coincidieron en que el PP
Rajoy cree que uno de sus activos principales es haber garantizado la unidad de España frente al soberanismo
en la oposición tendrá que estar vigilante en este punto, marcando muy de cerca al PSOE y sus posibles acuerdos con los partidos independentistas.
La fase que empieza ahora no va a ser fácil para Rajoy. Lo que ha explicado a su entorno es que conservará el escaño. Le conviene desde todos los puntos de vista. De entrada, porque de este modo mantiene el fuero ante el Tribunal Supremo (TS). Por lo que pueda venir en las causas pendientes que afectan al PP. Pero sobre todo para procurar una sucesión ordenada. El nombre de Alberto Núñez Feijóo tiene muchas papeletas. El presidente gallego podría venir al Senado, y desde ahí tener una primera plataforma para empezar a preparar el futuro.