HÉROES llegados de fuera
El ciudadano de Mali que rescató a un niño en París, ejemplo de una solidaridad perdida
Es una imagen que corta la respiración. Un niño de 4 años está colgado en el balcón de un quinto piso y decenas de personas miran la escena desde la calle. Nadie reacciona y los segundos se hacen eternos a la espera de que lleguen los bomberos. De repente aparece en escena Mamoudou Gassama, un inmigrante de Mali, de 22 años, que trepa por la fachada del edificio. En treinta segundos alcanza el balcón del que está colgado el pequeño y lo rescata. Ocurrió esta semana en París y medio mundo ha aplaudido la acción de ese joven, que no dudó en poner en riesgo su vida para salvar la del niño.
¿Es Mamoudou un héroe? Como tal ha sido reconocido por el Gobierno francés. El presidente del país, Emmanuel Macron, ha ofrecido a ese inmigrante (bautizado por los medios de comunicación como Hombre Araña o Spiderman ) la nacionalidad francesa y le ha ofrecido un trabajo en el cuerpo de bomberos, después de haber demostrado su agilidad y sangre fría.
Es el mejor regalo que podía recibir ese ciudadano de Mali, que abandonó a su familia y dejó atrás su país para buscar, como hacen muchos otros inmigrantes, una oportunidad en un nuevo mundo. Nadie le puso las cosas fáciles en el país de acogida. No había podido regularizar su situación desde que llegó, ni tenía trabajo. Así que la heroicidad de Mamoudou y su generosa muestra de solidaridad en una sociedad que le había dado al espalda tienen un valor extra. “No lo pensé, subí y Dios me ayudó”, le dijo el joven al presidente de Francia.
La acción de este ciudadano de Mali se suma a la lista de otros actos heroicos protagonizados por inmigrantes que han destilado solidaridad y empatía en sus nuevas patrias de acogida a pesar de las trabas para alcanzar ese legítimo sueño. “Esto tendría que sacarnos los colores”, afirma Luis García Villameriel, psicólogo clínico, especialista en paz, conflictos, seguridad y defensa. “En estos casos hay que alabar que personas maltratadas por las sociedades modernas, que les niegan la oportunidad de iniciar una nueva vida, muestren tanta humanidad y actúen como lo que no les dejamos ser: ciudadanos responsables y sensibles a las necesidades de los más débiles”, añade García. La hemeroteca da fe de que estas muestras de solidaridad, continúa este psicólogo, “parecen estar más instaladas entre aquellos que sufren y no tienen apenas nada que entre los ciudadanos que disfrutamos de vidas acomodadas”.
Actos heroicos como el de Mamoudou Gassama tienen hoy más valor y reconocimiento social que nunca en un mundo cada vez más individualista. “La mayoría de personas de las sociedades más avanzadas dan por hecho que ya hay profesionales preparados para reaccionar e intervenir en estos casos”, considera Guillermo Fouce, coordinador de Psicología sin Fronteras. Esos ciudadanos tienen inculcada la idea de que ante un caso de emergencia o en el que corre peligro la vida de personas, los bomberos, la policía o los sanitarios van a llegar en cuestión de minutos. Es la excusa perfecta para quedarse inmóvil y delegar en esos profesionales toda la responsabilidad de las actuaciones.
“Así nos lo han enseñado desde pequeños y, en cierto modo, tiene su lógica”, indica Luis García. “Un ciudadano normal no suele estar preparado para intervenir en situaciones de riesgo. Para acometer una de esas acciones hay que verse capaz de ejecutarla y tener calculados los movimientos”. Además, continúa García, “nos han inculcado en nuestra educación que una actuación espontánea y no meditada puede empeorar la situación”.
Las respuestas colectivas de solidaridad están más instaladas en las sociedades menos desarrolladas. Lo que tiene su lógica, “pues esos ciudadanos criados con pocos medios y con servicios públicos precarios tienen asimilado, ante una emergencia, que los equipos profesionales no siempre llegan a tiempo para salvar a una víctima cuya vida corre peligro”, indica Luis García Villameriel. Eso dispara en esos países la solidaridad y empatía de ciudadanos anónimos que enseguida se ponen en la piel de la persona que necesita ayuda.
Una cultura solidaria que explicaría conductas como la de Mamoudou. “Este joven seguro que no fue consciente en esos momentos de que se estaba jugando la vida. Decidió entrar en acción al confiar en su fuerza y pericia a la hora de trepar por la fachada. Pero lo que realmente tiene valor es que alguien tenga ese patrón de conducta, como algo natural, obvio y necesario. Sin buscar una recompensa social ni que le consideren un héroe”, añade este psicólogo.
Mamoudou fue el primer sorprendido por la repercusión que ha tenido su rescate en las redes sociales y medios de comunicación. Hizo lo que consideró que se esperaba de él ante una situación tan dramática. Y le salió, afortunadamente, bien.
“Los héroes abundan más en las sociedades colectivistas que en las individualistas”, afirma Guillermo Fouce. Estados Unidos ocupa uno de los primeros puestos de la lista de la segunda categoría. La sociedad individualista no quiere saber nada de lo que le pasa o pueda ocurrir al resto. “Cada uno por su camino”, continúa el coordinador de Psicología sin Fronteras.
Un caso ocurrido en 1964 en Estados Unidos y que recuerda Fouce sigue siendo en la actualidad el más cruel de los ejemplos de una de esas sociedades donde no abundan los héroes autóctonos. Kitty Genovese, de 28 años, fue apuñalada hasta la muerte en el distrito de Queens, en Nueva
Lo más valorado es que alguien tenga un patrón de conducta en el que ayudar a otros se considere como natural
La solidaridad fluye más en mundos con pocos recursos, donde los equipos de emergencia tardan en llegar
York, ante treinta y ocho de sus vecinos que no hicieron nada para intentar salvar a esa joven. Un suceso que hizo correr en su día ríos de tinta sobre la falta de empatía y solidaridad de esas sociedades donde el sentimiento de colectividad o grupo nunca ha calado entre los ciudadanos.
Aunque también se puede ser un héroe “sin necesidad de jugarse la vida”, afirma Mar Amate, directora de la Plataforma de Voluntariado de España. La solidaridad y empatía con los más desfavorecidos “se pueden manifestar y ejercer de muchas otras maneras”, añade Amate. En España hay 2,3 millones de voluntarios que dedican parte de su tiempo a ayudar a personas en situaciones complicadas. “Esos héroes, que no salen en los medios de comunicación, acompañan a personas mayores o hacen la vida más fácil a ciudadanos con discapacidades o en riesgo de exclusión”, indica Mar Amate. Son los héroes silenciosos.
Casos como el del ciudadano de Mali que se ha convertido en héroe en París son los menos frecuentes, pero a la vez los más conocidos. Ese reconocimiento en las redes sociales y medios de comunicación son, para la directora de la Plataforma de Voluntariado de España, “muy positivos al ayudar a cambiar la percepción de muchas personas con sentimientos xenófobos o racistas con los inmigrantes que sólo buscan una nueva oportunidad en un nuevo mundo”. Cada héroe llegado de fuera encumbrado en su país de acogida es, por lo tanto, la mejor lección que puede darse a los ciudadanos más individualistas que delegan en el sistema el deber de la solidaridad.