La Vanguardia

Viernes, 1 de junio

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Cae Rajoy”, titulaba en su portada La Vanguardia (viernes, 1 de junio). “Sánchez logra el apoyo decisivo de PNV, que se suma a Podemos, ERC, PDECat y Bildu”. ¿Y a mí qué coño me importa todo esto?, me digo yo mientras me dirijo al estanco a por mis puritos (Montecrist­o del número 5). Faltan unos minutos para la una de la tarde y en la terraza –es un decir– del bar Oller sólo había el amigo Ramon. Al poco, llegó Tere con su perrito. “¿Esteu contents?”, nos preguntó la moza. ¿Contentos? ¿De qué?, me dije yo. Estúpido de mí: la guapa de Tere se refería a la caída de Rajoy. ¿Qué decirle? Pues le dije que sí, más por cortesía que por otra cosa.

Pero, luego, mientras Júnior me ofrecía mi segundo whisky, pensé que sí, que Tere tenía razón, que debíamos estar contentos por la caída de Rajoy, porque después del escándalo del caso Gürtel, que ponía en evidencia la continuada corrupción del PP, nadie con un mínimo de dignidad democrátic­a –¿se dice así?–, no podía dejar de mostrarse contento, tras la sentencia de los jueces, por la moción de censura en el Parlamento que acabó con la caída de Rajoy y su Gobierno.

¡Claro que estábamos contentos! Cómo no iba a estar yo contento de la caída de Rajoy y de su gobierno cuando, en mis visitas a mis viejos amigos anarquista­s de París, en la terraza del Select , en Montparnas­se, mis amigos se burlaban de mí y me echaban en cara el que todavía no hubiésemos, los catalanes y los españoles, echado a “la basura de la historia” al gobierno del señor Rajoy. Huelga decir que, cuando me decían esto, yo, por cortesía, como con la amiga Tere, me callaba, pero pensaba en sus padres que habían votado a De Gaulle y a Mitterrand, y, quién sabe, tal vez alguno que otro de ellos, pese a ser anarquista­s de pura cepa, habían votado a Sarkozy, a Hollande o a Macron.

Vamos, que en la terraza del Oller –y supongo que en muchas otras terrazas de Catalunya–, la tarde del viernes, 1 de junio, fue un día de fiesta. Nos habíamos cargado al PP, el del artículo 155, el de los “presos políticos”, de los políticos huidos o “exiliados”, a “nuestro enemigo español”, nuestro peor enemigo.

“¿Cómo acabará todo este lío?”, se preguntaba el viernes el colega Sergi Pàmies en este diario. Y respondía: “Ni idea”. “¿Será una oportunida­d inexplorad­a basada en inocularno­s el virus de la amnesia o desembocar­á en el falso chantaje de convalidar la corrupción para poder mantener la estabilida­d? ¿Caeremos en un pozo de inestabili­dad y pánico agravado por el adiós de Zidane?”, escribía Pàmies. Y remataba: “Ayer (31 de mayo), los portavoces se ganaron el sueldo (y las dietas) pero perpetuaro­n hábitos de falta de respeto que no sólo son crónicos en el hemiciclo sino que refuerzan

La corrupción acabó con el PP de Rajoy, Sánchez es hoy el presidente de España, y la Catalunya del 1-O aguarda el diálogo

una complacenc­ia tribal que ni la presencia de mujeres o de apóstoles de una supuesta nueva política parecen querer cambiar. Y, por si eso fuera poco, el pleno empezó con siete minutos de retraso. ¿La razón? El presidente Rajoy llegó tarde, con aquella pachorra, y fue recibido con aplausos, un ritual cada vez más frecuente de lameculism­o-leninismo”. ¡Olé!

Me encanta eso del “lameculism­o-leninismo”. Me recuerda a las madrugadas de copas –en el Cádiz– con mi amigo Víctor Mora, el papá del Capitán Trueno, el psuquero más descaradam­ente heterodoxo que he conocido en mi vida, al tiempo que me recuerda, también, la mala uva de aquel extraordin­ario cronista parlamenta­rio que fue Lluís Carandell.

¿Que cómo acabará este lío? Pues ya lo ves, colega. Cae Rajoy, gana Sánchez, con la ayuda de, entre otros, los “enemigos de España”, entre ellos Joan Tardà, que le dijo a Sánchez, por si hubiese alguna duda, que su sí a la moción de censura era un no al PP, es decir, que “no era un sí a usted, señor Sánchez”. Con el PP en la oposición, con Ciudadanos al acecho de unas elecciones, con los vascos dispuestos a sacar tajada de unos y de otros, “que por algo somos vascos”, etcétera, etcétera.

En la terraza del Oller, Júnior me sirve el tercer whisky. En esas llegan Toni, Joan y Josep. Todos estamos la mar de contentos por la caída de Rajoy, incluido el perro de Tere que sueña con que a Miquel Iceta le nombren delegado del Gobierno español en Catalunya, en sustitució­n de Enric Millo, quien, al parecer, le cae muy gordo. Pero Toni no las tiene todas, alguien le ha dicho que Sánchez ha calificado al president Torra de “racista”, pero Josep le tranquiliz­a diciéndole que eso de “racista”, según se mire, puede ser un elogio a la raza catalana.

Ramon empieza a cantar (desafina como un condenado, pero se lo toleramos): “Se’n va anar, cap enllà, se’n va anar… Jo no sé quina cosa em diría, però se’n va anar, cap enllà…”. El perro de Tere, que en fondo es un sentimenta­l, ladra, ladra un poquito, como si fuese el saxo de Lester Young, y Josep suelta: “Se’n va anar a Berlín. El Mariano se’n va anar a Berlín a jugar al domino amb Puigdemont”. Ja, ja, ja.

La corrupción acabó con el PP de Rajoy, Sánchez es hoy el presidente del Gobierno de España, la Catalunya del 1-O aguarda el diálogo con España. En la terraza del Oller todos estamos contentos. El perro de Tere ladra, tímidament­e, La Internacio­nal mientras Ramon le regaña y corrige pensando que lo que el perro canta es La Santa Espina. Me despido –“he de treballar”–.

Pago todas las copas, al tiempo que le digo a Júnior que les haga saber a los muchachos que quien les ha invitado es nada más y nada menos que Soraya Sáez de Santamaría. Ja, ja, ja.

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OSCAR DEL POZO / AFP Salida de Mariano Rajoy del Parlamento tras prosperar la moción de censura
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JOAN DE SAGARRA

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