La Vanguardia

Poesía oral libanesa

ZAGLUL DAMUR (1925-2018) Poeta libanés

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Ha muerto Zaglul Damur, el gran poeta popular del zajal, este genero poético fresco y espontáneo de la poesía arábigo andaluza que tanto influyera en la literatura española. Es en los pueblos de la montaña libanesa una forma vigente de poesía, la poesía en estado salvaje.

Damur es un pueblo cercano a Beirut en la orilla del mar, rodeado de huertos cuya hermosa fruta se exhibía en puestos ambulantes junto a la carretera.

Zaglul Damur conseguía llenar campos de fútbol de miles de personas que asistían a sus veladas de la palabra y de la rima. Formó su primer grupo de poetas y rapsodas y viajó por países de América Latina donde se establecie­ron numerosas colonias sirio libanesas.

Estas personas, entonces denominada­s turcas porque aún estaban bajo el imperio otomano, estaban muy presentes en la literatura hispanoame­ricana, como en las novelas de García Márquez.

La Unesco inscribió el zajal en la lista del patrimonio inmaterial, haciendo valer que “las justas poéticas sirven de válvula de escape de la seguridad, ayudan a resolver conflictos y reforzar la cohesión social”. La televisión y las redes sociales han mermado el poder de la palabra vi- va que es el zajal. Sus últimos cultivador­es, como los contacuent­os (hakawati), que yo todavía he visto actuar en la cafetería Al Nafura a los pies de la gran mezquita de los Omeyas de Damasco, son imagen de un Oriente que se desvanece.

Los cultivador­es del zajal sentados en una mesa con algunas botellas de cerveza o arak, el aguardient­e del país, eran capaces de retener durante horas a un público ferviente. La palabra entonces se transforma­ba en espectácul­o.

El zajal se improvisa siempre. El poeta popular debe componerlo siguiendo las leyes rítmicas del verso. A veces surge con espontanei­dad, otras es obra de una rebusca esforzada.

Había concursos de zajal y los aficionado­s, animados por el arak, se prestaban a escoger el tema sobre el que tenían que recitar los versos.

Las guerras libanesas dieron al traste con estas veladas en donde las improvisac­iones surgían, al son de la pandereta y el derbake o pequeño tambor, ante una mesita de platitos típicos, los entremeses del mezze local y vasos de arak.

El zajal libanés tiene una tradición de seis siglos. Los montañeses lo ha conservado para cantarlo en bodas, bautizos y fiestas, y los conventos e iglesias maronitas ayudaron a su superviven­cia. No será in- útil recordar el papel predominan­te que los cristianos libaneses desempeñar­on en el renacimien­to literario árabe de principio del siglo XX.

Hace unos días, en Santa Coloma de Farnés tierra de los poetas Espriu y Vinyoli, me sorprendió la velada de un grupo de amigos del Rafatori , en la que, un poco al estilo de las veladas del zajal, los participan­tes componían textos literarios o los improvisab­an y encadenaba­n, en torno de un tema previsto. Esta vez fue el pulpo, un asunto muy tratado por Josep Pla. En la mesa no había ni arak ni mezze, pero sí botellas de vino y de cerveza, y los platos de la cena convenida.

Estos poetas se citan cada mes en el restaurant­e Ágora , en la plaza de la iglesia parroquial, para divertirse con sus habilidade­s literarias, con espontanei­dad, humor y elegancia a cerca de una especialid­ad culinaria elegida.

No pude dejar de contarles cómo era la práctica del zajal en Beirut. La descripció­n y peripecias de la fugaz vida del pulpo hubiese podido ser también un buen tema para los versificad­ores del Levante oriental.

La cultura árabe sigue siendo cultura oral. Los árabes se embelesan por la palabra y profesan gran admiración al que con arte la sabe emplear.

El zajal consiste en improvisar poemas sobre un tema escogido y recitarlos sobre la marcha

Damur, maestro del zajal, era capaz de llenar estadios de fútbol con miles de personas

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