Curas paliativas, suicidio asistido, eutanasia
Las enfermedades graves, la lucha contra el dolor, el fin de la vida y el acompañamiento de la muerte son cuestiones abiertas que interesan a las personas, las familias y a toda la sociedad, por más que a menudo se esconden y no se plantean hasta que nos las encontramos encima. Pero haría falta una reflexión atenta, ponderada, previsora y alejada de presiones. Especialmente cuando caen bajo la atención de los legisladores.
Hace unas semanas, los obispos de Catalunya mostramos de forma respetuosa nuestra preocupación por la admisión a trámite en el Congreso de los Diputados de una proposición de ley del Parlament de Catalunya para despenalizar la eutanasia. Recordamos el compromiso de la Iglesia en favor de la vida, sobre todo de las personas en situaciones de especial vulnerabilidad, que tiene que ser un compromiso claro y firme, que interesa a todo el mundo, más allá de la adhesión o no a una fe religiosa. Es necesario mitigar el dolor y el sufrimiento mediante las curas paliativas y el acompañamiento a los enfermos y a los que los cuidan, y legislar buenas medidas sociales que permitan una mejor atención a los enfermos. No podemos distorsionar la sensibilidad social ante estos temas tan importantes. Es una cuestión de humanidad.
La regla de oro “no hagas a los otros lo que no quieres que te hagan a ti”, que es la norma más intuitiva y más asumida de la moral, de donde se deriva el precepto tan humano del “no matarás”, se encuentra en el fundamento de toda ética. El precepto “no mates” indica el límite que nunca puede ser transgredido, si no queremos promover una “cultura de la muerte” (Juan Pablo II). Nos encamina hacia una actitud positiva de respeto absoluto por la vida, promoviéndola siempre y progresando por el camino del amor que da, acoge y sirve, y al mismo tiempo el compromiso de hacer todo el que se pueda para superar el sufrimiento, por más que tenemos que reconocer que no lo podremos extirpar nunca del todo. No es bueno presentar la eutanasia y el suicidio asistido como respuestas aceptables al problema del dolor y del sufrimiento. La eutanasia en sentido verdadero se debe entender como una acción u omisión que causa la muerte, con la finalidad de eliminar cualquier dolor. Es un mal moral inaceptable y un atentado a la dignidad de la persona, ya que es eliminar deliberadamente a una persona dotada de dignidad, por más que en ciertos momentos de degradación la vemos muy débil.
Con el papa Francisco podemos decir: “A la persona que vive tenemos que cuidarla y podemos cuidarla siempre, sin acortar su vida nosotros mismos, pero también sin ensañarnos inútilmente contra su muerte. En esta línea se mueve la medicina paliativa que reviste también una gran importancia en el ámbito cultural, ya que se esfuerza por combatir todo lo que causa la muerte más angustiante y llena de sufrimiento, es decir, el dolor y la soledad”. Eso reclaman hoy la sociedad y los profesionales sanitarios, los enfermos y sus familias. ¿Sabremos prestar la ayuda para asumir los problemas y las dificultades personales y familiares que se acostumbran a presentar en los últimos momentos de la vida? El tratamiento del dolor y abordar el sufrimiento, el control de efectos secundarios , la mejora de la calidad de vida y de la autonomía del paciente, la ayuda a las familias, poder morir en compañía de los seres queridos, con la asistencia espiritual y sacramental, y muchos otros aspectos importantes, son los elementos que configuran lo que conocemos como curas paliativas. De cara a los débiles y vulnerables, los que han perdido el gusto por vivir o están en un momento de total dependencia, no recurramos a soluciones rápidas o fáciles que pueden esconder otros intereses. Defendamos la vida siempre y ayudemos a mitigar el dolor con respeto por la dignidad de toda persona.
Defendemos la vida siempre y ayudamos a mitigar el dolor con respeto por la dignidad de toda persona