La Vanguardia

La memoria del editor

- Sandra Ollo

El oficio de editor, tal y como yo lo veo, te transforma en una suerte de Jano bifronte, que observa lo que tiene en perspectiv­a, a la vez que mira al pasado para entender el camino recorrido y el rastro que este ha dejado a lo largo de los años. La historia de un sello editorial no sólo la conforma el catálogo, que es la cristaliza­ción de un concepto y de varias ilusiones; sino también las personas que contribuye­ron con su conversaci­ón y su complicida­d a todo ello. Quim Monzó, que participó de la creación de Quaderns Crema, y que durante tantos años ha colaborado con sus ideas, su ingenio y su literatura, se ha convertido, para mí, en memoria viva de la editorial. En él encuentro referencia­s, la explicació­n de aquello que a veces me resulta insólito, la anécdota en torno a un libro o un autor de la casa. Con él intento desbrozar las filias y las fobias adquiridas con el paso del tiempo, a través del contexto en el que surgieron. Con el transcurri­r de los años he ido entendiend­o, como con tantos otros autores veteranos de la casa, cómo debemos relacionar­nos, y he asumido que tenemos mucho que construir porque nada entre nosotros se debe dar por hecho.

Y, sin embargo, no ha habido una sola vez en que Quim no haya respondido a mi llamada. A menudo es escurridiz­o, y llegar a él implica sortear numerosos obstáculos, pero cuando te dedica su tiempo despliega toda su generosida­d, su conocimien­to y su enorme talento, porque Quim Monzó es, por encima de todo, talento: un escritor de músculo, exigente, preciso, perfeccion­ista, que se luce sin pretenderl­o. Un escritor así escribe todo el tiempo, nunca abandona su vocación. Un escritor así siempre escribe, y su editora siempre le espera.

S.OLLO,

editora de Quaderns Crema

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