Zidane se va y tira con bala
Durante más de medio año se especuló con el destino del Real Madrid y su nota final en una sorprendente temporada. Se desplomó muy pronto en la Liga y fracasó en la Copa, eliminado en los cuartos de final por el Leganés, en el Bernabeu nada menos. Su estrechísima relación con la Copa de Europa se interpretó como la única salida viable para un equipo que venía de ganar la Liga, la Liga de Campeones y las dos Supercopas. Las implacables demostraciones frente al Barça anticiparon una hegemonía que no se cumplió.
El Barça, sometido en verano a una crisis de melancolía y decepción, ganó la Liga y la Copa, pero no terminó de disfrutar de sus éxitos como debía. El Real Madrid avanzaba en Europa con su habitual determinación. Avanzó tanto que ganó su tercer título consecutivo, una hazaña que no se recordaba desde el victorioso trienio del Bayern de Munich en los años setenta. Lo que prometía interpretarse como un éxito a gran escala –la Liga de Campeones es el Everest universal del fútbol– y una bofetada al Barça se convirtió inmediatamente en un incendio que sólo encuentra precedentes en el Real Madrid, un club que en sus mejores horas suele entrar en pésimas combustiones.
Horas después de ganar su primera Copa de Europa en 32 años –Amsterdam 98, gol de Mijatovic, victoria sobre la Juve–, el Real Madrid despidió a su entrenador, Jupp Heynckes. En el 2003, en plena celebración por el peleadísimo título de Liga –la Real Sociedad encabezó el campeonato hasta la antepenúltima jornada–, Florentino Pérez anunció que no renovaría a Vicente del Bosque, el técnico que había logrado dos Copas de Europa (2000 y 2002) y dos Ligas (2001 y 2003) en tres años y medio al frente del equipo. La dimisión de Zidane, ganador de tres ediciones sucesivas de la Liga de Campeones, forma parte de esta peculiar rutina, con una sola consideración: es la primera vez en los 15 años de mandato de Florentino Pérez que un entrenador elige abandonar al Madrid con el contrato en vigor.
En términos prácticos, se puede decir que Zidane es el primer técnico que no ha sido despedido a final de temporada por un presidente que recuerda a Donald Trump en The Aprentice, el show televisivo donde cultivó todos los rasgos que ahora le caracterizan como presidente. “¡Estás despedido!”, era su frase favorita, la que manifestaba todo su poder sobre los concursantes. Florentino Pérez, un hombre que adora el poder y disfruta ejerciéndolo, no sólo ha despachado a varios entrenadores, entre ellos a algunos de los más prestigiosos de los últimos 25 años, sino que rara vez ha confiado en ellos. Siempre ha mantenido una relación de sospecha con un gremio que le parece sobrevalorado y que finalmente le agota. Zidane, que fue un recurso más social que futbolístico cuando le eligió como sucesor de Rafa Benítez en enero del 2016, se ha revelado como un entrenador astuto, consistente y brillante en el terreno más ingobernable del equipo: la gestión de los egos. ¿Un ejemplo? La lamentable reacción de Cristiano Ronaldo y Bale instantes después de ganar la final de la Copa de Europa.
El francés no ha sido despedido por un presidente que recuerda a Trump en ‘The Aprentice’
Probablemente hasta a Zidane debió reventarle tanta tontería.
Lejos de actuar como la estrella que fue como futbolista o de practicar el inclemente autoritarismo de Mourinho, Zidane manejó las claves del vestuario con sabiduría, la misma que demostró en las incesantes conferencias de prensa, la mayoría dignas de explicarse en las mejores escuelas de relaciones públicas. Quizá por su indiscutible éxito la gestión de la plantilla, a Zidane le ocurrió algo parecido a Del Bosque: se le rebajó el crédito como estratega. Estaba destinado al despido si el Madrid perdía la final, pero la ganó y se atrevió a hacer lo que nadie hace a Florentino Pérez: ignorar su poder y marcharse. Por el camino dejó un dardo que duele en los despachos del Bernabeu: “Mi mejor momento ha sido ganar la Liga”. En el Barça se escuchó con alivio.