Aquel poema
Eran tiempos oscuros y tan imprevisibles en Sierra Leona que el fútbol era una puerta inesperada a los milagros amargos. Con cara de niña, incluso. Yo quería escribir sobre fútbol, es decir, sobre playas desiertas. Aquellos días del 2016, el país africano sufría la peor epidemia de ébola de la historia y el gobierno había prohibido hacer deporte para detener los contagios por el sudor de aquel virus del demonio.
Las playas donde antes los adolescentes jugaban partidos infinitos se habían vaciado pero algunos jóvenes seguían entrenándose, a escondidas de la policía y de madrugada, en las calles de las ciudades.
Como aún era pronto, salí a ver si era verdad y me la encontré. Estaba sentada en una piedra delante de un centro de tratamiento de ébola y escribía en un papel, concentrada y ausente. Tenía cara de niña, pero no lo era tanto. Había cumplido 17 y se llamaba Abi. Le pregunté qué escribía y su respuesta fue tan sencilla —“Poemas, cuando estoy sola, las palabras ayudan a veces”— que no supe anticipar el inmenso dolor de aquellas palabras. Junto a su hermano Lanphia y su hermana Haja, Abi había sobrevivido por los pelos al ébola. Apenas unas semanas antes, se recordaba a gatas, envuelta en vómitos y sangre, en el suelo pegajoso de un centro sanitario de Moyamba. “Pensé que todo había acabado”. Sobrevivió pero con cicatrices: su padre y sus dos hermanos mayores sucumbieron al virus. Como su madre había muerto antes, los hermanos se quedaron solos porque, aunque ya no podían contagiar el virus, sus familiares y vecinos no se atrevían a acercarse. Abi escribía versos para curarse el trauma y hacer más soportable aquella soledad.
A Abi también le aterraba que el
A Abi también le aterraba que el ébola hubiera torcido irremediablemente su futuro
ébola hubiera torcido irremediablemente su futuro. Hija de un director de escuela obsesionado con la educación de su prole, Abi siempre había querido ir a la universidad. “¿Cómo voy a estudiar ahora, si estamos solos?”.
La oportunidad le llegó desde lejos. Tras conocer su historia en las páginas de este diario, alumnos de 3.º de ESO del instituto público Joan Boscà de Barcelona se movilizaron para ayudarla: cada año organizan una fiesta solidaria para pagar los estudios de Abi en administración y finanzas de la Universidad de Sierra Leona. La iniciativa ha sido un regalo mutuo. En las conexiones por skype o WhatsAapp, los chavales han conocido el ejemplo de lucha de Abi y el valor de estudiar en un país pobre como Sierra Leona. El próximo viernes, los alumnos vuelven a celebrar una fiesta para recolectar dinero y ayudar a Abi, que avanza decidida en sus estudios a miles de kilómetros.
Al final, no hice el reportaje sobre la ausencia de fútbol en las calles ni de los corredores furtivos de Sierra Leona.