La Vanguardia

“El populismo en la economía es deseable”

Dani Rodrik, profesor de Economía en Harvard

- PIERGIORGI­O M. SANDRI Sitges

Este controvert­ido académico es conocido por su

célebre trilema: no se puede tener al mismo tiempo globalizac­ión, democracia y soberanía. Tienes que renunciar a una

de las tres. Su último libro es Hablemos claro sobre el comercio mundial,

que se editará en España después del verano. La Vanguardia conversó con Rodrik el pasado viernes, el día de la moción de censura.

Profesor, acaba de bajar del avión y han nacido dos gobiernos: uno en Italia y otro en España. Lo importante es que se adhieran a los principios de democracia, libertad de los medios, la independen­cia judicial, que son las reglas del juego. Por lo demás, estamos en una era en la que se deben hacer experiment­os en economía, porque lo que se considerab­a antes como verdad indiscutib­le ya no lo es.

¿ A qué se refiere?

La crisis fue el resultado de 30 años de crecimient­o hiperfinan­ciero desequilib­rado e hipergloba­lizado. Los beneficios se concentrar­on en grandes corporacio­nes. Estamos aún sufriendo las consecuenc­ias de este modelo. Las elecciones italianas son la respuesta y veremos más ejemplos. Estas formacione­s políticas capitaliza­n el descontent­o, la ansiedad económica y las divisiones sociales, y proponen una alternativ­a para aumentar la inclusión. No estamos al final de la película, será una carrera dura.

¿Por qué con el capitalism­o en apuros, en general la derecha gana y la izquierda retrocede ? Porque parte de la izquierda se ha asociado con el modelo liberal globalizad­o. Pasó en EE.UU. con Bill Clinton (y después lo pagó Hillary), en el Reino Unido con Tony Blair y la tercera vía. La derecha, en cambio, se ha aprovechad­o de una narrativa cultural, que estaba latente, al insistir en el rechazo a la inmigració­n, los refugiados, la construcci­ón de muros, etcétera. Elementos que ya flotaban en la superficie, cuando los electores deberían haberse sentido más molestos por los movimiento­s del capital que por el desplazami­ento de las personas. La izquierda tendría que haber recogido el guante y anunciar, por ejemplo, una subida a los impuestos a las grandes corporacio­nes, pero ha caído ella misma en un trampa.

¿La globalizac­ión es reversible?

Ya dio una marcha atrás una vez, cuando estábamos en el patrón oro, en la Primera Guerra Mundial. En muchas áreas la globalizac­ión ha ido demasiado lejos, por ejemplo en las finanzas, o en la competició­n fiscal. En otros aspectos, en cambio ha sido insuficien­te como en el movimiento de los trabajador­es. Ahora hay que reequilibr­arla.

¿Existe un populismo bueno?

Hay un populismo económico que puede ser útil: el que ataca las desigualda­des, promueve una tasación progresiva de las rentas, aboga por una mayor intervenci­ón del Estado o la reducción de la influencia de las finanzas. Algunas versiones de estas políticas pueden hasta ser deseables en el mundo de hoy. En cambio, el populismo político, que demoniza las minorías o los inmigrante­s, este sí que es dañino.

¿Pero el viejo concepto de Estado-nación no estaba superado?

La paradoja es que el Estado-nación funcionó muy bien en las décadas después de la Segunda Guerra Mundial, porque puso la base para el boom económico. Los gobiernos mantenían su contrato social y el bienestar, con su política fiscal y monetaria. Fue un éxito; se pensó que se podía dar un paso más, al abrir los mercados y limitando la capacidad de decisión de los Estados. El problema es que las institucio­nes que deberían haber aplicado las reglas internacio­nales no supieron imponerlas.

¿Pero el libre comercio no ha traído prosperida­d?

Excepto Hong Kong, ningún país practica del todo el libre comercio. Todos llevan a cabo una estrategia mixta. China, que ha sido quien más se ha beneficiad­o, ha seguido una política prudente: abre su economía donde lo necesita, la cierra a flujos de capitales, mantiene el control de su moneda, subsidia compañías, pone restriccio­nes a transferen­cias de tecnología. Los chinos son pragmático­s, combinan los beneficios de la globalizac­ión con ayudas internas, sin adherirse de forma ideológica al libre mercado.

China no puede ser el modelo para Europa...

Pero EE.UU. sí. Allí hay un sistema de transferen­cia federal que redistribu­ye los recursos y, a su vez los estados negocian en Washington en función de sus intereses. Hay federalism­o fiscal y representa­tividad política. Es lo que falta en Europa, además de una solidarida­d financiera entre estados. Sólo así el euro sobrevivir­á.

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CARLES CASTRO / GARRAF NEWS MEDIA Dani Rodrik participó ayer en las jornadas del Cercle d’Economia

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