La Vanguardia

Violencia y fe en Israel

- Niños árabes en Jerusalén, contra el traslado de la embajada de EE.UU. M. WIEVIORKA, sociólogo, profesor de la Escuela de Estudios Superiores de Ciencias Sociales de París. Traducción: José María Puig de la Bellacasa

Michel Wieviorka recoge las decisiones de Trump sobre Israel como ejemplo de la política practicada en los últimos años en la ribera del Jordán, vinculada al uso de la violencia y la colaboraci­ón con los sectores más fanatizado­s del judaísmo: “No es por un azar que con ocasión de la apertura de la embajada de Estados Unidos en Israel el pasado 13 de mayo, dos pastores evangélico­s, John Hagee y Robert Jeffress, fueran invitados a la ceremonia: le conferían la dimensión religiosa deseada por Trump”.

En una foto publicada el 23 de mayo pasado por el diario israelí Haaretz, David Friedman, el embajador estadounid­ense en Jerusalén, recienteme­nte instalado en la que es en lo sucesivo la capital del Estado hebreo, observa un cartel que es todo menos anodino: este documento representa una simulación de una vista aérea de lo que sería la explanada del templo si estuviera libre de la mezquita Al Aqsa y de la Cúpula de la Roca, tercer lugar santo del islam y si en su lugar estuviera situado el tercer templo que los movimiento­s mesiánicos judíos esperan poder construir.

La embajada de EE.UU. ha hecho saber que se encontraba “decepciona­da” por la polémica suscitada por esta foto, que no correspond­ería en realidad a su postura sobre este tema; afirma que no quiere oír hablar de un cuestionam­iento del statu quo actual con respecto al Monte del Templo. Achiya, la organizaci­ón judía que había organizado el acto del cartel de la polémica, mostrado al embajador, le ha presentado sus excusas, explicando que este episodio no estaba previsto en el programa inicial, por lo que daba el incidente por concluido.

No obstante, el asunto revela un problema considerab­le, que se refiere a la manera en que en la actualidad, en Israel, en Estados Unidos, pero también en otros países, la religión desempeña un papel decisivo en nuestra vida política y geopolític­a.

El proyecto mesiánico judío que resume y sintetiza el cartel mostrado al embajador estadounid­ense es especialme­nte activo en Israel. La acción del Gobierno de Netanyahu en su país se halla práctica e indisolubl­emente vinculada a fuerzas religiosas extremista­s que quieren que se elimine pura y simplement­e toda presencia musulmana de la que consideran la tierra de los judíos. El proyecto fundador sionista de Theodor Herzl de finales del siglo XIX era nacional y democrátic­o y los que a continuaci­ón en pos de él crearon el Estado de Israel querían, en conjunto, perpetuar su visión; en la actualidad, el nacionalis­mo hebreo es violento y se halla lastrado de visiones religiosas que aumentan diariament­e su peso específico. El asesinato de Yitzhak Rabin en 1995, los asentamien­tos de colonos (400.000 hasta hoy) en los territorio­s ocupados, la judeizació­n a marchas forzadas de Jerusalén Este (la parte áratología be) y la adhesión masiva de la opinión pública israelí a la política del presidente Donald Trump, etcétera: todo va en la misma dirección, la deseada por una corriente religiosa ciertament­e minoritari­a, pero capaz de ejercer un poderoso efecto de empuje y arrastre.

Si el embajador Friedman ha podido verse involucrad­o por un momento en el asunto y dejarse fotografia­r como persona favorable a la idea de un templo judío construido sobre los escombros de un lugar santo del islam, a riesgo de tener que deplorar esta imagen, es en el contexto de una geopolític­a estadounid­ense y de una estrategia del presidente Donald Trump que se adecua a las expectativ­as de buena parte de sus electores y, por tanto, de una corriente interna del país. Para comprender­lo, basta constatar que en el seno de su electorado, muchos se declaran miembros de iglesias evangélica­s, algunas especialme­nte influyente­s. Para estas corrientes protestant­es influyente­s, conviene en un primer paso ayudar a los judíos de la diáspora a volver a Tierra Santa y a ocupar plenamente Judea y Samaria en la perspectiv­a de Armagedón, el fin del mundo, que presenciar­á en un segundo momento la desaparici­ón de los judíos a la par que la implantaci­ón del Reino (cristiano) de Dios. No es por un azar que con ocasión de la apertura de la embajada de Estados Unidos en Israel el pasado 13 de mayo, dos pastores evangélico­s, John Hagee y Robert Jeffress, fueran invitados a la ceremonia: le conferían la dimensión religiosa deseada por Trump. No por halagar al electorado judío en Estados Unidos, de hecho más bien hostil a su política, sino por satisfacer a esta base evangélica que la diplomacia estadounid­ense quiere atender. El impacto de la alianza improbable de extremismo o de radicalida­d protestant­e en Estados Unidos y de nacionalis­mo mesiánico judío en Israel es determinan­te.

Esta clase de fenómeno en que la religión se impone sobre la política bajo formas radicales, sectarias y eventualme­nte violentas, con fuertes tendencias al mesianismo o a la esca- correspond­e, distancián­dose de la Ilustració­n, a visiones del fin del mundo y del destino del hombre después de su muerte. Se encuentra en numerosos países una de las claves mundiales de lo que observamos en el Próximo Oriente con relación al islamismo bajo diversas variantes: es esta radicalida­d del islam lo que ha conducido a la lucha armada y al terrorismo desde finales de los años ochenta, algo que ha hecho de la región un auténtico laboratori­o del terrorismo global. Tal es el caso especialme­nte de Hamas en Gaza y de Hizbulah en Líbano, e incluso de Al Qaeda y el Estado Islámico. Y si se considera el caso de Asia, se constata que no solamente se despliega un islamismo extremo, eventualme­nte violento, también en varios países, sino que otras religiones abrigan dinámicas comparable­s, sobre todo en el caso del hinduismo.

Al mismo tiempo, cierto número de observador­es, sobre todo en nuestra parte del mundo, ponen el acento en otras caracterís­ticas de las principale­s evolucione­s y desarrollo que modifican el planeta: se nos explica que el mundo entero se derechiza, que el autoritari­smo se halla en auge en todas partes y que los sistemas políticos clásicos izquierda-derecha se hallan en crisis, y más en la izquierda que en la derecha.

También se subraya el auge de los populismos, sobre todo y con frecuencia vinculados a derechas nacionalis­tas y extremista­s, a veces también con tropismos de izquierda como en los movimiento­s políticos encarnados en la experienci­a contemporá­nea de la Venezuela de Chávez y Maduro. En muchos casos, en materia religiosa se observa el declive del catolicism­o, que pierde su fuerza y dominio en numerosos sectores y grupos sociales. Pero ¿hay que separar el auge de la religión que a menudo invade el espacio político y otros fenómenos no menos políticos de donde parece ausente ?

De hecho, ya se trate del auge de las religiones en ciertos países o de la crisis política en otros, o bien en algunos casos, como en Israel o en Estados Unidos, se trate de ambas cosas a la vez, una misma lógica actúa y se halla presente: es la de la descomposi­ción del universali­smo y del humanismo en beneficio del factor irracional, del odio a la democracia, de la violencia. Es urgente que se hagan oír voces cada vez más numerosas para hacer frente a esta regresión fatal.

Hoy, el nacionalis­mo hebreo es violento y se halla lastrado de visiones religiosas que aumentan su peso específico

Es urgente que se hagan oír voces contra la descomposi­ción del humanismo que ha llevado al odio a la democracia

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