Nuevos escenarios
FRANCESCO Piccolo escribe que uno de los momentos de inadvertida infelicidad es cuando les regalamos a los niños juguetes sin baterías: “Miras al niño entusiasmado, manoseas el juguete y dices: luego tenemos que ir a comprar las pilas”. Para muchos catalanes, el cambio en la Moncloa se ha visto, si no con la ilusión propia del niño, al menos con esperanza del adulto ante algo nuevo e inesperado. El problema es si el cambio no contiene pilas y no puede echar a andar por falta de batería. Dicho de otra manera, es imprescindible que este nuevo escenario resulte creíble en Madrid y en Barcelona, que la pila de un lado sea de distinto signo de la del otro, para que fluya la corriente, es decir, el diálogo.
Dificulta esta comunicación la incontinencia verbal de nuestros políticos, que confunden las manifestaciones con la gestión de la cosa pública. En el mundo anglosajón, el periodismo de declaraciones tiene poco recorrido, aunque las redes sociales han empezado a resquebrajar esta regla de oro del oficio. Algún día, las carreras de algunos políticos de tres al cuarto serán enterradas con la colección de dislates que han acabado en letra impresa. Pero mientras no llega esa fecha, habrá que tener paciencia. Pongámosle una vela a Job para que se imponga la calma.
A pesar de todo, se mantiene este clima de expectación acerca de cómo abordarán Pedro Sánchez y Quim Torra su relación. El nuevo inquilino de la Moncloa quiere verse cuanto antes con su homólogo de la Generalitat, para que nadie dude de que Catalunya es su prioridad. Miquel Iceta, que ha declinado la posibilidad de estar en el Gobierno, será el nexo imprescindible, hasta el punto de que hay quien le califica de ministro sin cartera. Sánchez parece dispuesto a hablar de casi todo, pero sería un error que fuera recibido con la presunción de ser realistas y pedir lo imposible. Eso es de Mayo del 68 y no acabó bien.