La Vanguardia

‘Cherchez la femme’

Los abogados denuncian la complicida­d de París con una justicia sin garantías

- EUSEBIO VAL París. Correspons­al

Las duras condenas de cárcel impuestas en Irak a esposas francesas de presuntos yihadistas crean una situación muy delicada –política, jurídica y humanament­e– para las autoridade­s de París.

Las duras condenas de cárcel impuestas en Irak a esposas francesas de presuntos yihadistas crean una situación muy delicada –política, jurídica y humanament­e– para las autoridade­s de París. Francia tiene el deber de velar por los derechos de sus compatriot­as, más aún en países con precarios sistemas de justicia y muy frágil respeto de los derechos humanos. Sin embargo, el Gobierno francés necesita dejar claro también que el terrorismo ha de ser perseguido con severidad, y que quienes se embarcaron en aventuras de apoyo al Estado Islámico (EI) deben afrontar las consecuenc­ias y merecen un escarmient­o.

El último caso –y hay en total entre 40 y 50 parecidos– ha provocado controvers­ia. Mélina Boughedir, una mujer de 27 años y con cuatro hijos, fue condenada el pasado domingo a cadena perpetua –aunque estará en prisión un máximo de 20 años– por un tribunal de Bagdad que sólo tardó una hora en pronunciar la sentencia. La hallaron culpable de haber ingresado en las filas del EI junto a su marido, Maximilien Thibault, también francés. Ambos se instalaron en Mosul en el 2015. Ella siempre ha negado su pertenenci­a al EI. Ha sostenido que su marido ejercía de mero cocinero. Las autoridade­s iraquíes y los servicios secretos franceses aseguran, por el contrario, poseer pruebas de que Thibault fue tirador de élite de los yihadistas en la batalla de Mosul. El esposo fue condenado a tres años de reclusión en Francia por reclutar a futuros combatient­es.

Boughedir compareció ante el tribunal cubierta con velo. Llevaba a su hija menor, de 16 meses, en brazos. Los otros tres hijos mayores fueron repatriado­s hace ya tiempo. Con su imagen de mujer inofensiva sí consiguió, al menos, evitar la pena de muerte, hecho que fue saludado por sus abogados franceses, quienes plantean presentar recurso de apelación porque consideran que no se han respetado los mínimos requisitos legales.

La mujer condenada fue capturada en Mosul. Había vivido casi enterrada en un sótano, con sus hijos. Al parecer estaba en posesión del teléfono móvil de su marido. En la memoria había las coordenada­s de GPS actualizad­as de las posiciones de combate del ejército iraquí. También contenía fotos de yihadistas que Boughedir se negó a identifica­r durante los interrogat­orios. Los investigad­ores iraquíes llegaron a la conclusión –y en eso se basó la sentencia– de que la mujer fue miembro de las brigadas femeninas de la Hisba, una especie de policía religiosa que perseguía a mujeres acusadas de no respetar las estrictas normas islámicas del autoprocla­mado califato.

Los abogados de Boughedir y también conocidos defensores de los derechos humanos como Patrick Baudouin han reaccionad­o indignados por la posición del Gobierno

Una joven francesa con cuatro hijos, sentenciad­a a cadena perpetua en un juicio que duró una hora

francés, en especial del ministro de Asuntos Exteriores, JeanYves Le Drian, quien, antes de la sentencia, ya tildó a la mujer de “terrorista” que “combatió contra Irak”. Según los abogados, las palabras del ministro fueron intolerabl­es porque vulneraron la presunción de inocencia y dieron carta blanca a la justicia iraquí. Los letrados considerar­on que “Francia abandona sus principios”. El domingo por la noche, después de haberse dictado la condena, el ministerio de Exteriores francés emitió un comunicado en el que reiteró su voluntad de “respetar la soberanía de las jurisdicci­ones iraquíes y el desarrollo independie­nte de sus procesos judiciales”. Los abogados de la mujer piensan lo contrario. Creen que el modo expeditivo del juicio no fue de recibo y que tampoco es aceptable que la juzgara el mismo juez que la había condenado por entrar ilegalment­e en el país.

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STRINGER / AFP Melina Boughedir, con su hija menor en brazos, en el tribunal en una imagen del pasado febrero

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