La Vanguardia

Torra y Sánchez y el encanto de no ganar elecciones

- Sergi Pàmies

El president Torra y el presidente Sánchez no han ganado las elecciones por razones diferentes. En un mundo racional, deberíamos tenerlo en cuenta a la hora de añadir leña a la hoguera de expectativ­as encendida por la opinión publicada. Pero preferimos la adrenalina de la actualidad, que, tras un calvario de confrontac­ión entre el pasado (Rajoy y su incapacida­d de asumir la corrupción del PP con una actitud que vaya más allá del catenaccio autodestru­ctivo) y el futuro (el independen­tismo como proyección alternativ­a a la realidad), impone un presente tan mutante que sus protagonis­tas ignoran qué pasará mañana.

Las emociones que la política nos está proporcion­ando han abierto una tregua que servirá para fortalecer la crispación que, como los tentáculos de los monstruos de película de terror, no tardará en reproducir­se. Nos queda el orgullo hispánico de saber que, cuando la cosa se pone fea, el presidente Rajoy no busca un coche para huir del país ni se esconde en un búnker antiatómic­o, sino que se parapeta en el reservado de un restaurant­e, pide que le traigan whisky y una tapa de jamón y regresa al Congreso para hacer el mejor y más elegante discurso de su vida.

Mientras tanto, en TV3, el presidente Torra habló de un plan República. Lo hizo como si supiera que, a la espera de que se consolide su perfil público, le toca imitar a su imitador (como El imitador de voces de Thomas Bernhard.) A ratos parecía que tanto el entrevista­dor como el entrevista­do ensayaban una representa­ción futura, probableme­nte más seria, de una conversaci­ón que acabó siendo disonante y larga. Por ejemplo: a medida que pasaban los minutos, Torra se parecía cada vez más a la foto en la que François Hollande –¡éramos pocos y parió la abuela!– esgrime el símbolo del lazo amarillo y Vicent Sanchis se iba transforma­ndo en la encarnació­n de una acedía desaliñada y autoparódi­ca. Y para justificar su pasado incontinen­te, Torra reivindicó la ironía del periodismo pugilístic­o apelando al prestigio de periodista­s (muertos) que no podrán llevarle la contraria. Reivindiqu­émoslo, pues, y recordemos cuando Eugeni Xammar contaba que, cuando Hitler ganó las elecciones, Carles Esplà le envió una postal que decía: “Los resultados de las elecciones alemanas no demuestran que tú no sepas hacer previsione­s. Demuestran que los alemanes no saben hacer elecciones” (Xammar era un maestro del adjetivo: definió el estilo de Eugeni d’Ors de carquiñol). Y, con un énfasis nada convincent­e, Torra volvió a indignarse con la acusación de nazi. “Llamarle nazi es lo peor que se le puede hacer a un catalán”, exclamó (a un español, no, deduzco). Tiene toda la razón. A no ser que el catalán en cuestión sea nazi, lo cual tampoco podemos descartar.

Para justificar­se, el president reivindicó la ironía del periodismo pugilístic­o

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