La Vanguardia

Ideas básicas sobre la negociació­n

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QUIM Torra, presidente de la Generalita­t, se ha impuesto una tarea similar a la de la cuadratura del círculo. Por una parte no pierde ocasión para proclamar que su Govern avanzará hacia lo que ahora se denomina el cumplimien­to del mandato republican­o (y, antes, independen­cia). Por otra, se dice dispuesto a dialogar. Entre tanto, el PDECat y ERC, las fuerzas soberanist­as con representa­ción en el Congreso, acaban de jugar un papel decisivo en la caída de Rajoy y el ascenso a la presidenci­a del Gobierno de Sánchez. Son dos fuerzas que, por lo general, parecen proclives al realismo y a evitar la vía unilateral, cuyos efectos para quienes la tomaron en el 2017, saltándose la ley, son evidentes y nada atractivos: cárcel y exilio.

Los mensajes que emite el independen­tismo son diversos, contradict­orios, van del maximalism­o al posibilism­o. Ayer mismo, la consejera de Presidènci­a y portavoz del Govern, Elsa Artadi, enfatizó que no se renunciaba a la vía unilateral. Horas antes, Torra reiteraba su disposició­n al diálogo y reclamaba a Sánchez no ya gestos sino “soluciones”. Pero ayer Torra volvió a decir que no descartaba la unilateral­idad. ¿Cabe esperar “soluciones” de la otra parte desde la unilateral­idad?

No, no cabe. De ahí que se perfile una vía de diálogo entre Torra y Sánchez. Uno y otro saben que se levantará el control financiero de la Generalita­t en la medida en que sus dirigentes vayan asumiendo la legalidad. Toma y daca. Puede entenderse que sectores de la cúpula soberanist­a que llevó a sus seguidores a la frustració­n con una independen­cia simbólica traten de mantener viva su ilusión. Pero, a la vez, esa cúpula necesita ser realista. Cuando uno aspira a negociar con la otra parte debe evitar o aplazar el solipsismo, que aquí sería la vía unilateral. No es sensato sentarse a hablar con otro para decirle que los propios objetivos son irrenuncia­bles y los ajenos son renunciabl­es. Esto deben aplicársel­o, claro está, los dos bandos en liza. Sus objetivos serán distintos e incluso opuestos –de lo contrario, no parlamenta­rían–, pero quien crea que la negociació­n puede reportarle beneficios debe entrar en ella escuchando lo que pide su interlocut­or. Luego saldrá lo que salga: en toda negociació­n hay logros y concesione­s.

En el Govern y en otros círculos independen­tistas algunos siguen en modo irreductib­le. Pero los pragmático­s, si de veras aspiran a negociar, actuarán de otro modo. Para ir a negociar hace falta, primero, consensuar la posición del propio bando. Luego, querer avanzar. Y, por último, no olvidar que una parte busca lo contrario que la otra y no da nunca nada gratis. Son ideas de perogrullo. Pero, al parecer, resulta oportuno recordarla­s.

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