La Vanguardia

La resaca

- Pilar Rahola

Después del tsunami de la moción, llega el momento de la resaca. Y como era previsible, el mundo se divide entre los felices de un lado y los cabreados del otro, aunque hay un amplio espectro de ciudadanos –especialme­nte catalanes– que, sin tener ninguna proximidad con Sánchez, se sienten pletóricos por la salida del marianismo. Por supuesto, ahora vienen los tiempos de la complejida­d, pero eso debe ser la política: un territorio de complejos equilibrio­s y no una imposición de poderes absolutos. De momento, y a la espera de los próximos movimiento­s, la política española ha dejado de ser una fuente de oscuras noticias para convertirs­e en un abanico de posibilida­des. De la inteligenc­ia de unos y otros dependerá que se aborten o tengan recorrido.

Pero si la resaca de los defensores de la moción, incluyendo sus pletóricos protagonis­tas, es feliz y optimista, la resaca de los perdedores es agria, de mala digestión y de peor vómito. No sólo se ha desbocado definitiva­mente maese Hernando –cuyo verbo huracanado es una vacuna para cualquier ternura hacia el PP–, sino que ya sobrevuela­n las amenazas. “No se aprobarán los presupuest­os en el Senado”, dicen los voceros de Génova, con

La moción de censura ha dejado al PP traspuesto, tanto como ha dejado a Ciudadanos catatónico

aguerrido micrófono en mano, y todos saben que la bombita fétida va dirigida a los vascos del PNV. Es decir, por explicarlo con más sorna, resulta que los ofendidos líderes del PP están dispuestos a cargarse sus propios presupuest­os para poder practicar el siempre patético arte de la venganza. Como si la política fuera una cuestión de honor y ofensa. Y será así como viviremos el dantesco espectácul­o de ver a los del PP votando contra los presupuest­os del PP para poder hacer daño al PSOE, que está en contra de los presupuest­os del PP que pensaba aceptar. Esperpénti­co. Aunque, pensando en frío, ¿realmente les resultará efectiva esa decisión tan pueril? Más bien parece que harán un majestuoso ridículo. Y todo ello mientras empezarán las carreras, los pisotones y las puñaladas, en un espectácul­o hacia el trono del peperismo que promete grandes momentos. Ayer mismo Margallo ya afilaba los cuchillos contra la omnipotent­e, omnipresen­te y omniscient­e Soraya Sáenz de Santamaría, aspirante a todo.

Y si en el PP la resaca es de vino malo, en el reino de Rivera es un colocón de garrafa. Ellos que se veían tan peinados, tan guapos, tan puestos, tan dispuestos, tan mimados y tan a punto para el asalto final, después del desangrado final de Rajoy, resulta que ahora les han cambiado el paso. Y de sucesores han pasado a irrelevant­es; de recambio, han pasado a marca blanca del PP; y de jóvenes leones, se han trasmutado en neofalangi­stas a cara descubiert­a. La moción de censura ha dejado al PP traspuesto, pero es evidente que ha dejado a Ciudadanos catatónico, tan sobreactua­do en los últimos tiempos, que ya se veía emperador. Y ya se sabe lo que decía Oscar Wilde, que la ambición es el último refugio del fracaso.

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