La resaca
Después del tsunami de la moción, llega el momento de la resaca. Y como era previsible, el mundo se divide entre los felices de un lado y los cabreados del otro, aunque hay un amplio espectro de ciudadanos –especialmente catalanes– que, sin tener ninguna proximidad con Sánchez, se sienten pletóricos por la salida del marianismo. Por supuesto, ahora vienen los tiempos de la complejidad, pero eso debe ser la política: un territorio de complejos equilibrios y no una imposición de poderes absolutos. De momento, y a la espera de los próximos movimientos, la política española ha dejado de ser una fuente de oscuras noticias para convertirse en un abanico de posibilidades. De la inteligencia de unos y otros dependerá que se aborten o tengan recorrido.
Pero si la resaca de los defensores de la moción, incluyendo sus pletóricos protagonistas, es feliz y optimista, la resaca de los perdedores es agria, de mala digestión y de peor vómito. No sólo se ha desbocado definitivamente maese Hernando –cuyo verbo huracanado es una vacuna para cualquier ternura hacia el PP–, sino que ya sobrevuelan las amenazas. “No se aprobarán los presupuestos en el Senado”, dicen los voceros de Génova, con
La moción de censura ha dejado al PP traspuesto, tanto como ha dejado a Ciudadanos catatónico
aguerrido micrófono en mano, y todos saben que la bombita fétida va dirigida a los vascos del PNV. Es decir, por explicarlo con más sorna, resulta que los ofendidos líderes del PP están dispuestos a cargarse sus propios presupuestos para poder practicar el siempre patético arte de la venganza. Como si la política fuera una cuestión de honor y ofensa. Y será así como viviremos el dantesco espectáculo de ver a los del PP votando contra los presupuestos del PP para poder hacer daño al PSOE, que está en contra de los presupuestos del PP que pensaba aceptar. Esperpéntico. Aunque, pensando en frío, ¿realmente les resultará efectiva esa decisión tan pueril? Más bien parece que harán un majestuoso ridículo. Y todo ello mientras empezarán las carreras, los pisotones y las puñaladas, en un espectáculo hacia el trono del peperismo que promete grandes momentos. Ayer mismo Margallo ya afilaba los cuchillos contra la omnipotente, omnipresente y omnisciente Soraya Sáenz de Santamaría, aspirante a todo.
Y si en el PP la resaca es de vino malo, en el reino de Rivera es un colocón de garrafa. Ellos que se veían tan peinados, tan guapos, tan puestos, tan dispuestos, tan mimados y tan a punto para el asalto final, después del desangrado final de Rajoy, resulta que ahora les han cambiado el paso. Y de sucesores han pasado a irrelevantes; de recambio, han pasado a marca blanca del PP; y de jóvenes leones, se han trasmutado en neofalangistas a cara descubierta. La moción de censura ha dejado al PP traspuesto, pero es evidente que ha dejado a Ciudadanos catatónico, tan sobreactuado en los últimos tiempos, que ya se veía emperador. Y ya se sabe lo que decía Oscar Wilde, que la ambición es el último refugio del fracaso.