Sobre la estupidez
Este año hace treinta de la publicación de Allegro ma non troppo del historiador de la economía Carlo Maria Cipolla. El libro recogía dos ingeniosos ensayos satíricos. El segundo, Las leyes fundamentales de la estupidez humana y que luego se reeditó por separado (Crítica), es un clásico muy actual. Aunque muchos quizás lo habrán leído, pienso que es una contribución necesaria para el bien común recordar las cinco leyes fundamentales establecidas por Cipolla:
Primera. Siempre y de una manera inevitable cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos.
Segunda. La probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona.
Tercera. Una persona estúpida es una persona que hace daño a otra persona o a un grupo de personas sin obtener a la vez una ventaja o incluso obteniendo una pérdida.
Cuarta. Las personas no estúpidas siempre tienden a subestimar el potencial nocivo de las personas estúpidas. En particular, los no estúpidos olvidan constantemente que en cualquier momento, lugar y circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un error muy costoso.
Quinta. La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe. Esa ley tiene un corolario: el estúpido es más peligroso que el malvado.
Aunque Cipolla considera estas cinco leyes como igualmente fundamentales, describe la tercera, que es la que permite distinguir a los estúpidos de los que no lo son, como la ley de oro de la estupidez. Y aprovecha su exposición para señalar un hecho muy relevante: que uno de los factores (el segundo) que determina el potencial nocivo de
Lo que hace peligrosos a los estúpidos es que a la gente razonable le es difícil imaginar su comportamiento imprevisible
una persona estúpida procede de la posición de poder o de autoridad que ocupa en la sociedad. Tras esta remarca, el historiador aborda la cuestión de fondo, que no es otra que la pregunta sobre dónde radica el poder de la estupidez. Y su respuesta aclara no pocos acontecimientos de la historia remota o reciente. Según Cipolla, lo que hace peligrosos y nocivos a los estúpidos es que a las personas razonables, que pueden entender la racionalidad perversa o maquiavélica de un malvado, les resulta más difícil imaginar y entender el comportamiento imprevisible del estúpido y, por eso, tienen menos armas para contrarrestarlo. Así, a pesar de que el porcentaje de estúpidos tienda a mantenerse constante a lo largo de la historia, su poder destructivo, su capacidad de llevar a un país a la ruina cuando tienen poder es variable y depende de la composición de la población de los no estúpidos. Aumenta cuando entre los que también están en el poder disminuye el número de individuos inteligentes que procuran tener controlados los estúpidos y cuando entre quienes no lo están se dispara el número de incautos que pueden llegar a tomar la estupidez por astucia. Llegados a este punto, la decadencia parece inevitable. Esta es la teoría de Cipolla. Y tal vez conviene recordarla para que la escuchen tanto quienes tienen orejas como quienes prefieren reír que llorar.