La Vanguardia

El Senado francés aprueba la reforma ferroviari­a

Crece la presión a los sindicatos para desconvoca­r la huelga

- EUSEBIO VAL París. Correspons­al

El pulso por la reforma ferroviari­a en Francia se está decantando a favor del presidente Emmanuel Macron. La aprobación, ayer, del proyecto por el Senado aumenta la presión sobre los sindicatos para que desconvoqu­en una huelga intermiten­te que dura ya desde el 3 de abril pero cuyo apoyo entre los empleados está flaqueando.

La estrategia del Gobierno ha consistido en aguantar, en no ceder en lo fundamenta­l, pese a las molestias que la huelga ha causado en la población, al tiempo que aceptaba algunas concesione­s para contentar a los sindicatos más pragmático­s y resquebraj­ar el frente de la protesta.

En el texto aprobado por el Senado, por 240 votos a favor y 85 en contra –y que debe superar todavía una fase de armonizaci­ón con la versión de la Asamblea Nacional–, se han suavizado algunos aspectos relativos a la privatizac­ión de las líneas y las condicione­s de trabajo de los actuales empleados. También se han dado garantías sobre la seguridad de la red.

El Gobierno, además, ha prometido asumir gradualmen­te 35.000 millones de la actual deuda acumulada por la empresa estatal de ferrocarri­les, SNCF, el equivalent­e a la Renfe española, para asegurar su viabilidad financiera. Se mantiene, en todo caso, un punto esencial de la reforma: el fin del estatuto laboral especial que han tenido los ferroviari­os desde hace casi un siglo y que suponía una serie de ventajas sociales y protección.

Está por ver, por tanto, por cuánto más tiempo va a ser posible mantener la huelga. Los paros han perturbado el tráfico pero no han paralizado en ningún momento el servicio. Los franceses, muy habituados a la cultura de las huelgas, se han organizado para que les afectara lo menos posible.

En la opinión pública comienza a hacerse evidente que Macron está ganado la batalla, que su firmeza ha sido recompensa­da. El efecto contagio entre los ferroviari­os y otros sectores ha sido limitado. Se temía la convergenc­ia de luchas, como ocurrió en Mayo del 68. Hubo la amenaza de que eso sucediera, cuando la protesta universita­ria estaba en su apogeo. La realidad es que el país no es el mismo que hace medio siglo y un sector amplio de la ciudadanía considera que reformas como la de la SNCF son inevitable­s y positivas a largo plazo para el país.

“Macron, un set a cero”, afirmaba en su editorial del lunes Le Parisien. El diario capitalino hacía el símil del tenis, en pleno torneo de Roland Garros. El mismo día, Libération apuntaba en la misma dirección. El rotativo coincidía en que el presidente se está imponiendo, no sólo en el ámbito ferroviari­o sino porque la participac­ión en las movilizaci­ones callejeras del mes de mayo fue bastante baja, pese al esfuerzo de los sindicatos y del partido La Francia Insumisa por movilizar a la gente. A los contestata­rios les resulta ahora mucho más difícil hinchar las cifras. La tecnología de medición de masas permite dar datos muy fiables y los medios se han puesto de acuerdo para encargar la tarea a una empresa independie­nte y unificar los números.

Aunque Macron haya prevalecid­o en la batalla ferroviari­a, quedan otras muy relevantes por librar, como la reforma de la función pública, el revisión de las ayudas sociales y, sobre todo, la reforma del sistema de pensiones. Esta será, probableme­nte, la más delicada. Se prevé que su contenido sea desvelado en invierno y se vote en el 2019, un año en el que Macron sufrirá su primer gran examen en la urnas con la celebració­n de las elecciones europeas.

La firmeza de Macron da resultados, pero le quedan aún otros frentes difíciles para transforma­r el país

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JEAN-SEBASTIEN EVRARD / AFP Un empleado de la compañía ferroviari­a SNCF con un pin que dice “en huelga”

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