Guatemala entierra a las víctimas del volcán Fuego, que sigue amenazante
La cifra de 70 muertos crecerá porque hay decenas de desaparecidos
La abrupta erupción del volcán Fuego en Guatemala ha dejado imágenes desoladoras, de familias enteras escapando a pie de la nube de ceniza volcánica que se desplazaba a 80 kilómetros por hora, arrasando vidas y poblaciones.
Hasta anoche, la cifra oficial de muertos se elevaba a 70, pero hay decenas de desaparecidos y varias localidades incomunicadas, lo que hace prever que habrá muchas más víctimas.
Los pueblos que se esparcen por la falda del volcán han perdido el color. El gris domina las calles, las casas, el bosque. Hay localidades enterradas bajo tres metros de ceniza, que ayer aún humeaba. Los equipos de rescate siguen buscando supervivientes, con pocas esperanzas. Sólo encuentran cadáveres. Los socorristas trabajan bajo la tensión de una posible nueva erupción y con cada alerta de las autoridades se ven obligados a parar sus tareas y alejarse de las zonas de riesgo hasta que pasa la alarma.
Otro temor es que Guatemala está en plena temporada de lluvia, que puede causar avalanchas de ceniza que agravarían la tragedia. Por otra parte, ya se ha abierto el debate sobre las escasas políticas de prevención ante desastres naturales en el país y ahora se empieza a cuestionar si debe vivir población en la falda de un volcán activo.
De 3.763 metros de altura y situado a sólo 50 kilómetros de Ciudad de Guatemala, el volcán de Fuego no duerme. Emite una decena de explosiones por hora, ronquidos a los que las personas que vivían en las inmediaciones ya estaban acostumbradas. El Fuego, al fin y al cabo, es uno de los volcanes más activos del mundo. De hecho, a finales de enero ya tuvo la primera erupción del año, que duró 20 horas y no causó víctimas. En cambio, la del doliteralmente mingo desató una tragedia de gran magnitud. Si en enero la columna de ceniza se elevó casi cinco kilómetros sobre el nivel del mar, el domingo alcanzó el doble de altura, cerca de diez kilómetros, lo que da una idea de la virulencia de una erupción que provocó temblores en casas situadas a decenas de kilómetros. La lava y los flujos piroclásticos llegaron rápidamente a las aldeas más cercanas, tomando por sorpresa a sus habitantes.
Aunque suene inverosímil, la cifra oficial de heridos se mantenía anoche en 56, la mayoría afectados por quemaduras producidas cuando trataban de huir del infierno que se les venía encima. El ministro de Salud informó que tres menores con graves quemaduras serán trasladados a hospitales de EE.UU. en las próximas horas.
Los medios locales aseguraban ayer que aún quedaban ocho pequeñas poblaciones incomunicadas, desde donde sus habitantes pedían telefónicamente auxilio urgente ante la falta de agua y comida. Sin embargo, el ministro de Defensa, Luis Miguel Ralda, no se refirió a estas localidades durante una rueda de prensa que varios miembros del Gobierno ofrecieron ayer, aunque sí especificó que hay una granja de una empresa con 36.000 cerdos a los que se está llevando agua por vía aérea. Ralda también explicó que es muy peligroso para el personal de rescate entrar en las áreas más afectadas porque la temperatura del suelo oscila entre 90 y 300 grados centígrados.
La erupción afecta a 1,7 millones de personas en las regiones de Escuintla, Sacatepéquez y Chimaltenango –en alerta roja–, pero el número de evacuados es proporcionalmente muy pequeño, 3.271, de los cuales cerca de dos millares han sido realojados en albergues. La mayoría de los muertos se localizan en cuatro pequeños pueblos que han quedado tapados por la ceniza: San Miguel Los Lotes, La Reina, La Libertad y El Rodeo, este último considerado la zona cero de la catástrofe.
Varias oenegés movilizaron sus equipos hacia Guatemala, cuyo Gobierno ha recibido muestras de solidaridad y ofertas de ayuda desde todo el mundo, empezando por sus vecinos centroamericanos y continentales y continuando por la UE o España. Sin embargo, el mensaje del que más se ha hecho eco la prensa guatemalteca es el telegrama del secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, donde manifiesta que el Papa está “profundamente apenado” y “ofrece sufragios por el eterno descanso de los fallecidos y oraciones por todos los que sufren las consecuencias de ese desastre natural”.
La erupción ha afectado a 1,7 millones de personas en una Guatemala que recibe ayuda exterior