La Vanguardia

Será lo que el partido quiera

- Carmen del Riego

Quizá nadie haya visto a un Mariano Rajoy tan emocionado como ayer cuando anunció su adiós. “¡Esto es mi vida!”, confesó. Puede ser que sólo el día que ganó las elecciones y recibió el beso de su mujer, Elvira Fernández, en el balcón de la sede del PP se sientera en un estado parecido. Aquel gesto de cariño le recompensó de tantos sinsabores hasta lograr aquello para lo que estaba predestina­do: la presidenci­a del Gobierno. En cambio, el aplauso que ayer le dedicaron sus compañeros no compensará su amargura por dejar el poder como lo ha dejado.

Sobreponié­ndose dijo unas cuantas cosas que deberán tener muy en cuenta todos en el PP. Quizá ellos se fijaron más en los ataques a Pedro Sánchez y al PSOE, a Albert Rivera y a Ciudadanos. A lo mejor la atención la pusieron en los datos económicos, o en los retos que su gobierno tuvo que afrontar: el rescate, la sucesión en la jefatura del Estado, la crisis económica, el desafío independen­tista, la aplicación por primera vez del artículo 155 de la Constituci­ón, que hoy parece tan fácil y fue tan difícil. Pero lo más relevante del discurso lo dijo en clave interna.

La primera y más importante, que el sucesor será quien el partido diga. Que él asumirá el papel que le han pedido los presidente­s regionales, un mero intermedia­rio, un árbitro, el administra­dor de las voluntades de los demás. Que estará ahí para velar por el partido. Que no habrá dedo que señale al sucesor.

Nadie como él ha sufrido ser el señalado. Nadie como él ha tenido que hacer lo imposible para liberarse de ese dedo que le recordaba su pecado original, que había sido designado y no elegido. Nadie como él ha sentido la necesidad de legitimars­e todos los días. Nadie como él ha tenido que hacer esfuerzos para convencers­e de que no le debía nada a Jose María Aznar.

Así que quienes quieran liderar el PP ya saben que tendrán que ganárselo a pulso, que no deben convencer a Rajoy, sino al PP. Todos están en igualdad de condicione­s. Quizá por eso no mencionó a nadie y habló de todos. Sólo nombró a dos personas, a la que ha sido su “única vicepresid­enta”, Soraya Sáenz de Santamaría, y a su secretaria general, María Dolores de Cospedal. Pero precisamen­te al haberse referido a las dos, las ha colocado a las dos en la misma casilla de salida. Si quieren la presidenci­a, tendrán que ganársela. Han sido “sus colaborado­ras”, pero nada más. Ahora se habla de otra cosa.

Las dos se han ido trabajando este momento durante los últimos años, con peleas constantes entre ambas, la mayoría de ellas soterradas, en privado, pero también en público, sin cortarse un pelo, lo que ha escandaliz­ado hasta al propio Rajoy. La renovación que iba haciendo el partido, sobre todo entre los presidente­s regionales, se leía siempre en clave de triunfo de una de las dos: Juanma Moreno, Andalucía, de Santamaría; Isabel Bonig, de Valencia, de Cospedal. Pero los barones, como ocurre siempre, al final son de ellos mismos y miran por sus intereses y por el futuro y ahora tendrán que decidir entre Santamaría o Cospedal, si es que deciden dar el paso. La exvicepres­identa parece que sí. Cospedal, no se sabe aún. Pero que no se confíen, porque den el paso o no, habrá un tercero.

No será fácil para ninguna de ellas, aunque las dos tengan la condición de mujeres, lo que a estas alturas empieza a ser un plus. Tendrán que luchar solas, Rajoy no acudirá a su rescate, y tendrán un competidor, el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, que, según dicen sus compañeros,

Feijóo ya ha comunicado a dirigentes del PP que optará a la presidenci­a de la formación, y Santamaría se lo piensa

ha pasado de la palabra a los hechos y ha comunicado a muchos compañeros que aspirará al puesto.

En contra de lo que ocurrió cuando Rajoy fue señalado por Aznar, no se elegirá al candidato para las elecciones, el llamado a ser presidente del gobierno, sino al líder del partido que debe luchar por el gobierno. Entonces, en el 2004, el PP estaba en el poder, y Rajoy lo perdió contra pronóstico. Por eso se aseguró su futuro cambiando los estatutos y haciendo que el candidato fuera automática­mente el presidente del partido. Ahora el PP no está en el poder y tiene que elegir un presidente que haga la travesía del desierto, que durará mucho o poco, pero hay que hacerla. Elegirá a quien entienda mejor al partido. Por lo que se ha dicho en los últimos días, parece que los tres candidatos probables son más bien dos: Sáenz de Santamaría y Núñez Feijóo, y hay quien cree que uno: Feijóo.

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BALLESTERO­S / EFE Alberto Núñez Feijóo no desveló públicamen­te sus intencione­s, aunque sí en privado
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