La Vanguardia

La tranquila perseveran­cia

- / Iñaki Ellakuría

Como la caña de bambú, cuya apariencia de fragilidad esconde una fortaleza a prueba de tormentas desatadas, Meritxell Batet (Barcelona, 1973) ha llegado al gobierno tras una larga carrera política marcada por un estilo prudente, comedido, hay quien diría que hasta con un exceso de timidez, y no exenta de dificultad­es, fuego amigo y desilusion­es. Situada en aquel grupo de jóvenes cuadros del PSC, motejados en el 2010 como generación Blackberry –Jaume Collboni, Rocío Martínez-Sempere, Laia Bonet...– por haber crecido políticame­nte a la sombra del poder institucio­nal que el socialismo catalán acumuló en el tripartito y los ayuntamien­tos, ve premiada ahora su discreta perseveran­cia con el Ministerio de Administra­ciones Públicas. También por una fidelidad a Pedro Sánchez –apoyó el “no es no” a la investidur­a de Rajoy– que no fue fruto de un sentimient­o inicial, sino que fue construyen­do poco a poco –como la mayoría del PSC apoyó a Madina en las primarias del 2014– gracias a la sintonía por un modelo federal para España del que Batet, profesora de Derecho Constituci­onal, hace bandera. Apasionada de la danza clásica y contemporá­nea, la definen como una luchadora. Nadie le ha regalado nada ni en la vida ni en el Partido Socialista. “Todo lo ha conseguido por su esfuerzo”, señalan algunos compañeros de bancada. Su matrimonio en el 2005 con la entonces joven esperanza liberal del PP, José María Lassalle –se acabaron divorciand­o–, le granjeó amargas críticas y días de ostracismo. Ella, hija de una familia humilde que se costeó la carrera gracias a becas y a las pocas perras que sacaba sirviendo copas los fines de semana detrás de las barras del Nick Havanna y el Bikini, guardó silencio. Esperó su momento. El destino de Batet cambió en el 2015, cuando Sánchez le encargó la coordinaci­ón del programa electoral. Desde entonces, siempre la ha querido en todos los equipos negociador­es por su capacidad de diálogo. Una cualidad que deberá utilizar en su cometido ministeria­l, donde tendrá el reto de encauzar la cuestión catalana.

Federalist­a convencida, formó parte de la llamada ‘generación Blackberry’ del PSC

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KIKO HUESCA / EFE

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