Experiencia y europeísmo
Durante años aquejado por el síndrome del jarrón chino, alabado por una familia socialista que, no obstante, lo tenía arrinconado desde su fallida etapa como candidato a la presidencia del Gobierno (1998) y una segunda juventud política como presidente del Parlamento Europeo (2004-2007), la implicación de Josep Borrell (La Pobla de Segura, 1947) en la oposición al independentismo –con la publicación de Las cuentas y los cuentos de la independencia y su discurso en la gran manifestación constitucionalista de Barcelona el 8 de octubre– lo resituaron para sorpresa de muchos en la primera línea política. Detestado por los independentistas que lo acusan de “incendiario”, el PSC quiso aprovechar su nueva popularidad y lo sondeó para sumarse a la candidatura de Miquel Iceta el 21-D. Ahora Pedro Sánchez quiere que sea la voz de España en Bruselas, donde conoce sus despachos, vericuetos, peajes y servidumbres, amén de gozar de un gran cartel. Tan brillante intelectualmente como a veces arrogante, Borrell regresa al Gobierno 22 años después de su salida del Ministerio de Obras Públicas y de una experiencia en la empresa privada con más de un sobresalto: tuvo que declarar ante la Audiencia Nacional como testigo en la querella contra el consejo de administración de Abengoa por falsear las cuentas de la firma.