La Vanguardia

El placebo de Mazzarino

- Antoni Puigverd

Se habla de la ventana de oportunida­d abierta por Sánchez. ¡Más que una ventana, es un milagro! Intento imaginar las cavilacion­es de Rubalcaba, un político de aspecto frailuno, pero con las habilidade­s y la teórica del cardenal Mazzarino. Se estará preguntand­o: “¿Por qué yo, a pesar de mi bagaje, no pude evitar el naufragio del PSOE y, en cambio, Sánchez, que no me llega ni a la suela del zapato, ha conquistad­o la Moncloa con apenas 84 diputados?”.

Hay que dar por descontada la respuesta resentida y vengativa del PP. Perciben la caída de Rajoy como profanació­n y robo (Alonso). También hay que dar por descontada la dureza de Ciudadanos, que tendrá que reconducir por caminos pedregosos una estrategia que se desplazaba en Ferrari por una autopista libre de peajes. Rivera no habrá leído a Mazzarino, quien recomienda no exhibir dureza extrema en ningún asunto, ya que haciéndolo uno se expone a grandes peligros. Uno de estos peligros es la relación de amistad con los que te acompañan en la batalla. La amistad –decía el cardenal– te hace bajar la guardia ante ellos. En efecto: en un abrir y cerrar de ojos, Rivera ya conoce el dolor de puñales amigos.

De los que apoyaron la defenestra­ción de Rajoy, Iglesias es el que lo tiene más fácil. Todo lo que Sánchez haga a gusto de sus electores, él podrá aducir que no sería posible sin Podemos; y viceversa. En el PSOE, en cambio, Sánchez encontrará dificultad­es.

Lo que puedas arreglar pacíficame­nte, no lo hagas por medio de la guerra o de un proceso judicial

No sólo porque las vacas sagradas del partido lo observan, en el mejor de los casos, con reticencia, sino por lo que también decía Mazzarino: en una comunidad de intereses, existe peligro desde el momento en que un miembro se vuelve demasiado poderoso.

Por su parte, el PNV acaba de constatar cuán voluble es la opinión publicada: lo que ayer era moderantis­mo ahora ya vuelve a ser ETA. Con todo, es en la inflamada Catalunya donde más difícil será mantener la ventana abierta. Ya antes de empezar, el independen­tismo considera una provocació­n que Sánchez ofrezca a Borrell la cartera de Exteriores. Borrell es tan jacobino (y casi tan afrancesad­o) como Valls. Tiene un currículum ideal para la tarea de Exteriores (presidió el Parlamento Europeo) y fue la única vaca sagrada del PSOE que le apoyó en su travesía del desierto. Sánchez estaba obligado a ofrecerle un asiento importante (y es pertinente subrayar que no es determinan­te en la cuestión catalana).

El independen­tismo, con sus heridas y lamentos, y con su fuerza, debe decidir si se quiere tomar o no el antiinflam­atorio que Sánchez propone. Se ha improvisad­o en menos de una semana y quizá resultará no ser más que un placebo. Pero los placebos ayudan a mejorar la respuesta psicológic­a ante las enfermedad­es. Y esto era lo que catalanes y españoles más necesitába­mos. He ahí el dilema de los soberanist­as: tomarse o no tomarse el antiinflam­atorio improvisad­o. Para los catalanes obligados a elegir entre la espada y la pared sabe a boccato di cardinale Mazzarino: todo lo que puedas arreglar pacíficame­nte, no lo hagas por medio de la guerra o de un proceso judicial.

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