El regalo
No caben lecturas ingenuas en la elección de Borrell para Exteriores. Y si hubiera dudas de su intencionalidad, sólo falta analizar la gestualidad que la ha acompañado: su elección se publicita aislada de las otras, única noticia del flamante gobierno de Sánchez, en un día hambriento de noticias. Incluso la vicepresidencia deja su protagonismo al de la Pobla, convertido en estrella rutilante del resucitado sanchismo. Es decir, Pedro Sánchez pone todos los focos sobre Josep Borrell, para que nadie se despiste del mensaje que quiere enviar.
Y el mensaje es claro, dirigido con la misma contundencia a ambos lados del puente aéreo. Para las Españas, se trata de un gesto de tranquilidad después del alarmismo del régimen nacional español, porque el PSOE se había dejado abrazar por los separatistas. Borrell no es un español pata negra, es mucho más, un martillo de herejes indepes, un ángel exterminador de sediciosos y, por ello, el más implacable guardián de las esencias patrias. Y para Catalunya, la misma idea, aunque con inverso signo, porque Borrell es un “a por ellos” sin complejos, tan falto de escrúpulos que no ha tenido problemas en manifestarse al lado de ultras de todo pelaje
Josep Borrell se ha convertido, para Pedro Sánchez, en la vacuna que lo protege del virus ‘catalanufo’
para defender la España eterna. Además, y no es menor, es un convencido jacobino, incómodo ante la misma idea autonómica. Si alguien, pues, podía acallar los rugidos del león español, era un catalán tan español, que incluso enseña a españolear a los primerizos. Y gracias a llevar la bandera más grande y más larga, se le perdonaran sus asuntillos del pasado, esos amigos incómodos, estrechos colaboradores de su secretaría de Estado, que cometieron un solemne fraude fiscal, con cobros de sobornos a empresarios investigados. Y con la ex del propio Borrell por ahí en medio. Aquel escándalo acabó con su carrera a las presidenciales, sustituido por un inesperado Almunia que tuvo un resultado desastroso. Pero qué importa nada, si uno es el gran desinfectador de las cucarachas separatistas que habitan en la pérfida Catalunya. Y es así como Borrell se ha convertido, para Sánchez, en la vacuna que lo protege del virus catalanufo.
Por supuesto, la política no vive de un solo gesto, y quedan otros muy relevantes, que permitirán saber si se equilibra un poco la balanza, para poder construir los famosos puentes del diálogo. Entre otros, el nombramiento del fiscal general, cuya dureza o tolerancia serán decisivas para las causas abiertas contra los líderes catalanes. No se debe olvidar que todo el edificio argumental sobre “rebelión” fue una decisión de la Fiscalía General, ergo directamente política. Si Sánchez quiere continuar con esa locura de cárceles de 30 años, buscará un fiscal general ad hoc, y a la inversa, de ahí que ese nombramiento sea más importante que el de Borrell. Esperemos. De momento tenemos a Don Limpio en Exteriores. Tendrá trabajo: nos mantendremos sucios.