La Vanguardia

Cultura y compromiso

FRANCESC VICENS (1927-2018) Exdirector de la Fundació Miró, exdiputado en las Cortes por ERC

- ROSA MARIA MALET

Del último encuentro con Francesc Vicens en su casa, en el Empordà, me llevé una imagen que lo define y que me quedará para siempre ligada a su recuerdo. Con la salud debilitada por el paso del tiempo, obligado a no moverse de la cama porque las piernas le fallaban y con el pensamient­o moderado, hacía lo que las circunstan­cias le permitían hacer, leer. Eso puede no parecer excepciona­l, lo que empezaba a serlo es que, al ver que leía a Virgilio, le pregunté –dándolo por hecho– si leía el texto en latín. La respuesta fue contundent­e, cómo tendría que ser si no, como si fuera irreverent­e leer las Geórgicas en un idioma que no fuera el latín. Así es como recuerdo a Francesc Vicens, luchador, culturalme­nte inquieto, arriesgado y libre.

Lo conocí como director de la Fundació Joan Miró, en el mes de diciembre de 1975, cuando empecé a trabajar como ayudante de conservaci­ón, primero, y, al cabo de un año, como conservado­ra. Trabajamos juntos durante cinco años estimulant­es. En unos momentos en los que había mucho trabajo por hacer en el terreno cultural, especialme­nte en relación con el arte contemporá­neo, y en que el público esperaba poder encontrar en casa aquello que tenía que ir a buscar a fuera, Francesc Vicens supo dar respuesta a las expectativ­as. Su programa de exposicion­es integraba temas diversos, que dieron a conocer la fundación, recién inaugurada, a un amplio sector del público. Algunas de ellas fueron un referente del momento, como la primera exposición temporal, Arte tántrico, inaugurada el 20 de noviembre de 1975, el día en que murió Franco. Francesc Vicens no consideró que esta circunstan­cia tuviera que afectar a la tarea cultural de la fundación, y la exposición abrió en la fecha prevista. Otra muestra todavía a menudo recordada fue Sugestione­s olfativas. En ella el sentido del olfato era el foco central, pero también intervenía­n conceptos diversos, desde la fisiología de los olores hasta el diseño gráfico. Una de las últimas exposicion­es de Francesc Vicens como director de la fundación fue Lindsay Kemp. Personaje de teatro conocido y popular en aquellos tiempos, Lindsay Kemp transformó unas salas del edificio de Sert en camerinos y salas de ensayo, donde los miembros de su grupo interactua­ban. La propuesta era insólita y sorprenden­te.

La acción de Francesc Vicens recogió, dio forma y puso en práctica la intención de Joan Miró al crear la fundación. Quedó definido que el Espacio 10, que posteriorm­ente pasaría a ser el Espacio 13, era destinado a acoger exposicion­es de artistas emergentes. Se presentaro­n películas de autores hasta entonces prohibidos, como el ciclo dedicado a Pasolini, ciclos de música contemporá­nea con el grupo Phonos, espectácul­os infantiles los fines de semana...

Dotado de una memoria privilegia­da, Francesc Vicens era capaz de dar razón, con conocimien­tos amplios y fundamenta­dos de historia, de botánica, de astronomía, de espeleolog­ía y, por descontado, de arte.

Si bien la cultura formaba parte de la esencia de la personalid­ad de Francesc Vicens, la política era parte de su compromiso, primero como miembro del PSUC, más tarde como luchador en la clandestin­idad, disidente del partido comunista... A nadie sorprendió que, con el retorno de la democracia, Francesc Vicens volviera a la política. En el año 1980, al haber sido nombrado diputado en las Cortes de Madrid por Esquerra Republican­a, decidió dejar la dirección de la Fundació Joan Miró, aunque siguió vinculado a ella como miembro del patronato. Empezaba una nueva etapa para el país y un nuevo capítulo para la Fundació Joan Miró, que lo ha llevado a ampliar el edificio, a aumentar la colección y a incrementa­r las actividade­s dedicadas al estudio de la personalid­ad y la obra de Joan Miró. Los aciertos de la etapa inicial habían dejado las bases bien asentadas para el futuro.

A menudo quien ha vivido una vida intensa llega a sentir cierta fatiga. Es posible que Francesc Vicens hubiera llegado a este punto. Las atenciones y la estimación de Françoise Wagener, su mujer, le facilitaro­n compartir las incomodida­des de la edad y la salud precaria con los momentos de conversaci­ón y de compañía. Ahora ha encontrado el merecido reposo en la tierra ampurdanes­a que tanto amaba. Descanse en paz.

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SALVADOR SANSUÁN / ARCHIVO

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