Se busca secretario técnico
Robert Fernández tiene asumido que Bartomeu no le renovará el contrato
No hay secretario técnico perfecto. Incluso el mitificado (con razón) Monchi tiene algún muerto en el armario. Ejercer esa función en el FC Barcelona equivale poco menos que a plantar el trasero en una silla eléctrica. Los movimientos y decisiones de los encargados de fichar jugadores y renovar plantillas son escrutados con mirada inmisericorde y crítica descarnada. Hay miles de aficionados barcelonistas con alma de secretario técnico, como los hay de entrenador (no hay más que pasear un rato por las redes sociales), y en juego cantidades de dinero multimillonarias que ponen en riesgo en ocasiones la economía del club.
Los despachos del Camp Nou están a punto de cobrarse una nueva víctima. Robert Fernández, después de tres años en el cargo, da por hecho estos días que el 1 de julio abandonará la entidad. Se lo imagina así porque su contrato expira el 30 de junio y nadie le ha dicho lo contrario. Ni mu por parte de Josep Maria Bartomeu, ni tampoco por parte de Pep Segura, su inmediato superior (mánager general) y en quien el presidente, públicamente, ha depositado la responsabilidad de tomar la decisión, aunque se sepa que al final quien la dictará será el máximo mandatario.
Respaldado por Ernesto Valverde, llama la atención el adiós a Robert Fernández ahora que el club vive deportivamente en una zona de aparente confort, recién obtenicaso do el doblete de Liga y Copa pese a que moleste tanto la nueva Champions del Madrid. Mientras prescindir de Zubizarreta a media temporada le concedió a Bartomeu en su momento una oportuna catarsis, el adiós a Robert no responde a una demanda popular o a una jugada de distracción para tapar un frade deportivo llamativo. Se impone pues la teoría de que el verano pasado, paradigma del des concierto causado por la marchas orpresiv ad e Neymar, debe seguir provocando daños colaterales después del cambio de departamento de Albert Soler y de la marcha, inducida, un agotado Raül Sanllehí, ambos ejecutivos. Aquel verano ya se produjo el adelantamiento jerárquico de Segura sobre Fernández, un movimiento que anticipó a un año vista lo que acabaría sucediendo con el aún secretario técnico.
No se han llevado tan mal como se ha dicho Segura y Robert. De hebre cho, sin ser íntimos amigos siguen trabajando en el día a día como si nada pasara. En la renovación de Umtiti, fichaje que legará Robert como perfecta herencia, han intervenido los dos y así seguirán colaborando hasta el 1 de julio. El valenciano siempre ha sido un homcandidato de club, poco problemático y de trato conciliador en unas oficinas con fama de venenosas, con ataques recurrentes de vanidad y ego que dificultan el trabajo.
La pregunta es qué sucederá a partir de ahora. La primera sospecha es que Bartomeu ya tiene sustituto. Su favorito es Jordi Cruyff, un competente y cuya figura añadiría un plus estratégico de valor incalculable: la neutralización del cruyffismo, entendido este como azote crítico de la directiva. Pero el hijo de Johan en principio rechazó el ofrecimiento, según algunas fuentes, porque si ha de venir lo haría con plenos poderes, algo que el cargo de mánager general ahora le negaría.
La alternativa que ofrece la resistencia de Cruyff es buscar otro nombre que aún no ha salido a la luz (Bakero y Amor son ahora activos del club trabajando para el fútbol formativo) o dejar que Segura amplíe su radio de acción ganando competencias y abarcando las de la secretaría técnica.
Pese a tener la sensación (suya y de parte del entorno) de que la secretaría técnica requiere de una consolidación y Robert iba camino de lograrla, el de Betxí no hará ruido si se confirma su marcha. Se le recordarán como a todos los de su especie claros (Valverde, Umtiti, Cillessen y Coutinho) y oscuros (André Gomes, pero no Yerry Mina, al que no promocionó) pero es de la opinión que deja el Barça del futuro apuntalado. ¿Y Griezmann? Posiblemente se vaya sin conocer la respuesta definitiva del francés a su perseverante invitación.