Memoria de la cárcel
Carles Mundó escribe: “La Modelo era algo más que una cárcel. Tras 113 años funcionando, sus paredes sirven para explicar los principales episodios de la vida social, política y económica de la ciudad de Barcelona y de Catalunya. Las celdas y los patios han sido testigo de todo tipo de situaciones: desde la Setmana Tràgica en 1909, los agitados años veinte, la Guerra Civil y la dictadura franquista, hasta la ejecución de Salvador Puig Antich en 1974 o la delincuencia del Vaquilla en los años ochenta”.
Esta semana se cumple un año del histórico cierre de la antigua cárcel Modelo. El 8 de junio del 2017, a la once y media de la mañana, salió el último interno del centro penitenciario que fue inaugurado el 9 de junio de 1904. A partir de ese momento quedaban atrás 113 años exactos de historia y 40 años de promesas incumplidas. En 1976, siendo presidente del gobierno, Adolfo Suárez ya prometió cerrar la Modelo y desde entonces fueron muchos los intentos que no lograron el objetivo. También hace 40 años, la entonces recién nacida asociación de vecinos del Eixample puso esta reivindicación entre sus prioridades.
En 1984 la Generalitat de Catalunya asumió la competencia en materia de prisiones. Durante las últimas tres décadas se ha construido un modelo penitenciario propio en
Catalunya, que empezó con la renovación y construcción de centros penitenciarios en los años ochenta y puso el énfasis en la incorporación de personal dedicado al tratamiento y a la reinserción a partir de los noventa. Hoy, Catalunya sigue siendo el único territorio del Estado que gestiona su sistema penitenciario y ha conseguido índices de reinserción que han convertido el modelo de ejecución penal catalán en una referencia entre los países de nuestro entorno.
El equipo de la Conselleria de Justicia que asumió el reto de cerrar la decadente cárcel Modelo también se enfrentaba a riesgos evidentes. Esta compleja operación tenía impacto sobre el conjunto del sistema penitenciario porque implicó la reubicación de más de mil funcionarios de prisiones y más de dos mil internos. La capacidad de sumar y de conjugar los intereses en conflicto fue clave para conseguir lo que hasta entonces parecía imposible. Fue necesario alcanzar acuerdos con los sindicatos, los grupos parlamentarios, el equipo de gobierno municipal y los colegios de abogados. Además, un buen número de departamentos de la Generalitat se sincronizaron para hacerlo posible, destacando la absoluta disposición de los Mossos d’Esquadra para articular una nueva logística para los traslados de los internos a los juzgados.
Cerrar la Modelo no era una operación aislada. Era la oportunidad para racionalizar el conjunto del sistema penitenciario de Catalunya –que hoy tiene una ocupación del 73%– y para renovar los obsoletos equipamientos de la ciudad de Barcelona, empezando por la Modelo, continuando por el centro de Trinitat Vella y acabando con la cárcel de mujeres de Wad-Ras.
Cuando, en la negociación del presupuesto del 2016, el grupo municipal de Esquerra Republicana capitaneado por Alfred Bosch planteó el cierre de la Modelo como una prioridad, pese a la incredulidad de casi todo el mundo, se abrió la puerta para alcanzar un acuerdo con el Ayuntamiento de Barcelona que se rubricó en enero del 2017. Entre los objetivos de la nueva consellera de Justicia, la incansable y tenaz Ester Capella, está dar cumplimiento al convenio firmado para iniciar las obras en la Zona Franca de un nuevo centro que sustituya Trinitat Vella y de la nueva cárcel de mujeres y preventivos, que acabe con la vieja cárcel de Wad-Ras. De ser así, el antiguo penal de Trinitat Vella dejará paso a una promoción importante de vivienda social para los vecinos del barrio.
Tras un año sin la Modelo puede hacerse un balance positivo. El sistema penitenciario, no sin dificultades, ha encajado bien el cambio y la ciudad de Barcelona ha recibido el cierre de la antigua prisión con los brazos abiertos. Incluso, la prestigiosa escuela de negocios Esade tiene casi completado un caso de estudio sobre el proceso de cierre llevado a cabo para que sea estudiado como un caso de éxito.
La Modelo era algo más que una cárcel. Tras 113 años funcionando, sus paredes sirven para explicar los principales episodios de la vida social, política y económica de la ciudad de Barcelona y de Catalunya. Las celdas y los patios han sido testigo de todo tipo de situaciones: desde la Setmana Tràgica en 1909, los agitados años veinte, la Guerra Civil y la dictadura franquista, hasta la ejecución de Salvador Puig Antich en 1974 o la delincuencia del Vaquilla en unos años ochenta castigados por la heroína y el sida.
Ahora queda el reto de dar nuevos usos a este espacio ganado por la ciudad, construyendo equipamientos escolares, sociales y deportivos, pero guardando también algún espacio para la memoria de lo que ha sido y ha representado más de un siglo de usos penitenciarios. Con la vista puesta en las elecciones municipales fijadas para mayo del año próximo, el futuro del recinto de la Modelo será, seguro, un debate obligado que debe afrontarse como una gran oportunidad para dar respuesta al déficit de equipamientos que tiene la Esquerra de l’Eixample.
Cerrar la Modelo era una deuda pendiente con la ciudad y será, para siempre, un inmenso honor haber podido dejar este legado como conseller de Justicia al pasar la llave por última vez tras 113 años.
Cerrar la prisión era la oportunidad para racionalizar el conjunto del sistema penitenciario de Catalunya