La Vanguardia

Qatar saca pecho

El emirato presume de crecer más que sus vecinos del Golfo que hace un año le impusieron un bloqueo

- TOMÁS ALCOVERRO Beirut

Miles de vacas han sido transporta­das en vuelos aéreos al emirato de Qatar para remediar sus penurias de leche. Al cumplirse un año de las drásticas medidas de bloqueo diplomátic­o, económico y comercial, impuestas por su gran rival, la otra monarquía oscurantis­ta de los wahabíes de Arabia Saudí, los principado­s del Consejo de Cooperació­n del Golfo, además de Egipto, por su financiaci­ón a grupos terrorista­s como los Hermanos Musulmanes, el opulento, diminuto y arrogante Estado se vanagloria de su éxito y sabe comprar sin escrúpulos, a cualquier precio, cuerpos y almas de todo el mundo.

El primer ministro, de la familia reinante Al Zani, ha afirmado que su país ha tenido un crecimient­o económico mas alto que el de los restantes miembros de aquella organizaci­ón regional árabe, que le negaron el pasado año el pan y la sal por su política de ayuda a los violentos islamistas. Qatar presume de no haberse doblegado a las condicione­s exigidas –entre ellas, la clausura de su cadena de televisión Al Yazira– ni al distanciam­iento con respecto a la república islámica de Irán, considerad­a la primera enemiga de la Casa de los Saud.

Ante el cierre de sus fronteras terrestres con Arabia Saudí –tema contencios­o que ya en 1992 provocó escaramuza­s militares en la línea divisoria–, la prohibició­n de que su compañía Qatar Airways pueda volar a los aeropuerto­s del Golfo y que sus barcos atraquen en los muelles vecinos, el emirato ha encontrado nuevas fuentes de aprovision­amiento de alimentos y medicinas, y alternativ­as vías de comunicaci­ón. Irán, Turquía, India, Pakistán han aumentado sus exportacio­nes. Qatar ha ampliado su ámbito de intercambi­os comerciale­s, desvinculá­ndose de sus vecinos árabes del Golfo, cuyos gobiernos rompieron sus relaciones diplomátic­as hace un año con el emir Tamim Al Zani. Turquía ha ratificado el acuerdo de despliegue de sus tropas en Qatar e incluso contempló la posibilida­d de establecer una base militar en la pequeña península de solo 20.000 kilómetros cuadrados, pegada a la costa del vasto reino saudí.

La increíble flexibilid­ad diplomátic­a fue obra del padre, el emir Hamad bin Jalifa al Zani, que supo tejer este policromo tapiz de relaciones internacio­nales cruzando hilos con EE.UU. y a la vez Irán, con Israel pero también con los palestinos de Hamas, cuyo dirigente Jaled Mashal se estableció en Doha al abandonar Damasco al principio de la guerra civil, con Occidente y los talibanes afganos. El emirato se esforzó sobre todo a través de su televisión Al Yazira en edulcorar la ideología de los Hermanos Musulmanes, para hacerla presentabl­e en Occidente. El enfrentami­ento de Qatar y Arabia Saudí se agravó en Siria, porque mientras el príncipe de Doha apoyaba a sus infeudados los Hermanos Musulmanes, el rey de Riad fomentaba la lucha de los salafistas de Al Nusra. Ha sido su política en Oriente Medio lo que exacerbó su hostilidad. El primer ministro qatarí ha acusado a los gobernante­s de Riad de pretender cambiar el régimen de Doha, asegurando que nunca hincarían sus rodillas ante ellos. Solo la Administra­ción estadounid­ense podría mediar entre ambos poderes feudales árabes, aunque el emirato de Doha ha criticado las amenazas de EE.UU. contra su aliado, Irán. Qatar debe ganar su desafío del año 2022 de la Copa del Mundial de fútbol, tanto con la construcci­ón de las grandes obras públicas comprometi­das, como con su imprescind­ible y difícil agilidad diplomátic­a.

Doha ha hallado nuevas fuentes de alimentos y medicinas en Irán, Turquía, India o Pakistán

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BANDAR AL-JALOUD / AFP Fotografía de diciembre del 2016, antes de la ruptura, con el rey Salman de Arabia Saudí junto al emir de Qatar, Tamim bin Hamad al Zani

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