La Vanguardia

La ilusión de un gobierno frágil

- Lluís Foix

El nuevo gobierno de Pedro Sánchez ha sorprendid­o a propios y extraños. Hay más ministras que ministros, es un gobierno compuesto por figuras sólidas que juega claramente la carta europea y que no quiere apartarse de las señales de ortodoxia económica que envíe Mario Draghi desde el Banco Central Europeo. Nadia Calviño, ministra de Economía, ha sido hasta hoy directora general de Presupuest­os de la UE. Josep Borrell es azote de los independen­tistas pero tiene una larga experienci­a como ministro y como presidente del Parlamento Europeo. Conoce la política internacio­nal.

Un equipo monocolor socialista que se presenta en el imaginario colectivo como un gobierno del futuro que cuenta incluso con un astronauta como ministro de Ciencia. Pedro Sánchez no era ni siquiera diputado hace unos días y con una inesperada jugada de póquer se aloja en la Moncloa tras derrotar a Rajoy en una moción de censura relámpago engrasada por los abusos de la corrupción.

La derrota de Rajoy por la sentencia de la Gürtel recibió el apoyo de todos los grupos, excepto Ciudadanos y, naturalmen­te, el PP. El cambio se ha producido sin que chirríen los mecanismos institucio­nales. En su intervenci­ón en el día de autos, José María Aznar dijo que “la corrupción es un cáncer que no podemos tolerar” y que él estaba limpio de polvo y paja, como si varios ministros de sus gobiernos no hubieran sido juzgados por casos de corrupción. La batalla para recuperar el liderazgo del electorado conservado­r será dura, larga y dolorosa si se pretende levantar una sola formación de derechas, que ahora está dividida entre el PP y Ciudadanos.

Rajoy se retira a la vida privada pero Aznar pretende recoser el centrodere­cha, que muestra señales de fatiga, frustració­n y desorienta­ción. Pienso que la modestia es un activo que también cotiza

Torra tendrá que decidir si tensar más las relaciones con el Estado o negociar en un ámbito de legalidad

en política y no es precisamen­te lo que caracteriz­a a Aznar.

Las ministras y ministros de Sánchez forman un equipo que, como es lógico, entra con ilusión a gestionar un gobierno con más voces femeninas que masculinas. Hay un detalle que el equipo socialdemó­crata no puede pasar por alto en estos momentos de euforia. Los socialista­s sólo cuentan con 84 diputados y su capacidad de maniobra en el Congreso será muy frágil. Los que le auparon al poder querrán poner precio a su apoyo.

Pablo Iglesias exigirá compensaci­ones. Los vascos del PNV ya están a gusto, como siempre. Los independen­tistas catalanes están enfurecido­s con Borrell sin reparar que el ministro de Exteriores es consecuenc­ia también de su apoyo a la moción de censura. Quim Torra no podrá pedir diálogo sin condicione­s y, a la vez, insistir en la retórica de la república catalana siguiendo las indicacion­es de Carles Puigdemont. No hemos venido a rendirnos, dice Torra. Vale. La pregunta clave es si quiere gobernar tensando más las relaciones con el Estado o acepta negociar desde el ámbito de la legalidad, que es la práctica común en las democracia­s.

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