La Vanguardia

No escribir

- Imma Monsó

El domingo aparecía en este diario una extensa entrevista con Quim Monzó, escritor a quien persigue la maldición del “escritor que no escribe”. Cuando se habla de escritores que no escriben, se piensa en libros, claro. No importa que escriban mucho: lo importante es saber cuándo sale el próximo libro, incluso para quienes no están dispuestos a leerlo. La maldición es más habitual de lo que se cree. Da comienzo cuando al escritor se le pregunta un año tras otro por el próximo libro y este responde con evasivas. Con el tiempo, la pregunta pasa a ser insidiosa, incómoda, incluso tabú. El escritor que no escribe suele recibirla como un reproche, a veces como un síntoma de curiosidad malsana. Los más paranoicos la interpreta­n como un acoso (y Dios sabe que hay muchos escritores paranoicos). Por eso los editores y agentes literarios (los más interesado­s desde el punto de vista práctico en que el escritor escriba) formulan la pregunta con extrema sutileza y siempre en un lugar amable tipo restaurant­e hipster, con el fin de no perturbar las posibilida­des de escribir del escritor que no escribe.

Los lectores, en cambio, son más directos. Tras la confesión pública de Philip Roth diciendo que no iba a escribir más, Charles McGrath, periodista, lector y amigo, escribió en The New York Times: “Para sus amigos, es inconcebib­le que Philip Roth deje de escribir. Sería como si dejara de respirar”. Y yo digo: ¿qué clase de amigos son esos que ponen a la misma altura que su amigo respire y que su amigo escriba? En cualquier caso, hace ya dos semanas que Roth ya no respira y, sin embargo, sus libros siguen vivos y coleando. Sus lectores podemos releer una y otra

El escritor que no escribe suele recibir la pregunta como un síntoma de curiosidad morbosa

vez Operación Shylock o El teatro de Sabbath, por citar dos de los mejores, porque la buena literatura mejora cada vez que se relee. O podríamos releer Tots els contes, que Monzó se dedicó a pulir con esmero en su reedición, en lugar de esperar ávidamente ese nuevo libro que de momento no existe. Que una cosa no exista es un motivo de peso para no desearla.

Por nuestra parte, los escritores no debemos dar a esta pregunta mayor importanci­a: casi siempre los lectores la hacen por rutina o por cortesía. Y aun así... no es una pregunta del todo banal, como cuando preguntamo­s en la tienda cuándo llegará la próxima colección de invierno. Hay algo en la pregunta que denota, por parte de quien la hace, cierta ternura, sin duda alimentada por la idea de la escritura como sacerdocio. Y también cierta preocupaci­ón por el autor, sin duda alimentada por la idea de que el escritor sólo puede ser verdaderam­ente feliz y mantenerse en su sano juicio escribiend­o. Pero ello no siempre es así. Roth se hartó de decir que, pese a las pésimas condicione­s de salud que soportó en los últimos años, nunca había sido tan feliz como tras haber dejado de escribir. Ya ven.

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