El adoctrinamiento

Joan Janoher expone un relato con dos facetas (“Adoctrinament”, 4/VI/2018). Una, el rencor y odio que palpamos los catalanes cuando viajamos por el resto de España, y otra, la extrañeza del resto de los españoles cuando vienen a Catalunya, donde hallan un idílico y democrático país exento de conflictos. Para explicarlo, atribuye a medios de comunicación no catalanes una campaña de adoctrinamiento que considera vergonzosa.

Viajo con cierta frecuencia por diversas regiones de España y nunca he percibido tal sentimiento.

Basta pasearse por cualquier zona de Catalunya, y más en el medio rural, para comprobar que el castellano, cooficial en Catalunya, ha sido prácticamente borrado en comercios, rotulación pública y medios de transporte. Y comprobar que el independentismo ha invadido espacios y edificios públicos con la connivencia de gobiernos autonómicos y locales. En Catalunya hay un ambiente de paz tensa, y si no hay más incidentes es por miedo a represalias. Principalmente en ciudades pequeñas.

El adoctrinamiento del que se lamenta lo sentimos los que no compartimos las doctrinas supremacistas y que lo sufrimos al sintonizar programas de opinión en los canales autonómicos o leer ciertos periódicos que reivindican la independencia, no compartida por gran parte de la población. Con posibles graves consecuencias nunca justificadas. RAFAEL PINDADO RICO Barcelona