La Vanguardia

Libertaria­s en lucha

- PÉREZ DE ROZAS / ARCHIVO

Si la Segunda República representó el principio de un capítulo de la liberación de la mujer, el estallido de la guerra incivil y el impulso revolucion­ario ayudó a cristaliza­r su ansia ancestral de libertad y de igualdad.

Es quizá en tiempos críticos y peligrosos que el ser humano extrae de su interior unas fuerzas que desconocía; el impulso mental potencia un vigor físico y una valentía combativa arrollador­a.

Ya en 1934 se había formalizad­o en Barcelona una iniciativa de semejante signo, bajo el título de Grupo Cultural Femenino. Este embrión dio pie en Madrid a la publicació­n de la revista Mujeres Libertaria­s; corría 1936. La doctora barcelones­a Amparo Poch estaba muy directamen­te comprometi­da en ambas aventuras, en las que la reivindica­ción y la lucha adquirían un marcado perfil cultural. Fuerza es enmarcarlo dentro de un empuje de signo anarquista, libertario y emancipado­r, que al principiar la guerra pasó a cobrar más forma y estructura bajo el nombre de Agrupación Mujeres Libres.

Se expandió con rapidez por España aunque de forma muy desigual: Barcelona, Madrid, Castilla y València. Se llegaron a contabiliz­ar arriba las 20.000 afiliadas, exentas de cuota y encuadrada­s en unas 170 secciones locales. La gran mayoría era favorable al sindicato CNT.

En 1937 se celebró en València una concentrac­ión nacional de delegadas para fijar su estatuto. Ni que decir tiene que rechazaban su condición de feministas, por su connotació­n burguesa, al tiempo que se declaraban prestas a luchar por un humanismo integral y se oponían a que la igualdad femenina tuviera que aguardar su implantaci­ón hasta después de la revolución social.

El 15 de febrero de aquel 1937 tuvo efecto la convocació­n de un mitin gigantesco en la plaza Catalunya, organizado por las juventudes libertaria­s. Los oradores no fueron precisamen­te pocos y tampoco fueron pocos los hombres; todos: seis indígenas y un argentino; la sola mujer que tuvo el honor de ser invitada a perorar fue Amparo Poch, aunque sin pasarse. Su parlamento “mereció” ser resumido en unas muy escuálidas doce líneas de informació­n periodísti­ca, mientras que a ellos les obsequiaro­n con un mínimo de treinta o incluso cuarenta.

Por aclamación se pidió el envío inmediato de todas las armas largas al frente y la movilizaci­ón general.

En el terreno cultural y humanitari­o, la sección barcelones­a realizó exposicion­es artísticas, situó dos puestos muy céntricos en la Diada del Llibre, organizó brigadas de auxilio a las víctimas de los bombardeos aéreos y sabía aprovechar con eficacia la difusión popular de la radio.

El libro Cuaderno rojo de Barcelona, de la brigadista británica Mary Low, es un testimonio enriqueced­or y emocionant­e que complement­a este ignorado sector en lucha y merece ser leído.

La sección barcelones­a se distinguió en el terreno cultural y el humanitari­o

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Las jóvenes libertaria­s encuadrada­s en Barcelona fueron muy dinámicas en su actividad

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