Huérfanos de la sátira
Canal+ decide suprimir ‘Los guiñoles’, un programa legendario en Francia, después de 30 años en antena
Los franceses amantes de la sátira se sienten huérfanos. Dos generaciones de telespectadores pierden un referente a la hora de relativizar la grandeur y escarnecer a sus figuras públicas. Muchos en Francia aún no han asimilado la noticia de que Canal+ ha decidido poner fin a Los guiñoles , un programa de culto en su buena época, una leyenda de la televisión.
El espacio satírico, que forma parte ya de la cultura popular contemporánea gala, no era rentable para la cadena. En la última temporada lo veían una media de 140.000 personas, muy lejos de los 1,8 millones de hace sólo cuatro años y de audiencias mucho más amplias en su fase de gloria, a mediados de los noventa del siglo pasado.
La decisión de eliminar Los guiñoles se fraguaba de lejos. Ha sido una lenta agonía. Al declive de espectadores se ha unido la nueva filosofía del propietario del grupo Canal + desde el 2015, el industrial bretón Vincent Bolloré. El empresario, que se halla también al frente de Vivendi y a quien la justicia lo investiga por un feo asunto de corruptelas en África, intentó hace ya tres años, sin éxito, cargarse el programa o al menos desvirtuarlo. Bolloré consideraba que sus guionistas practicaban un “exceso de burla” y que debía atemperarse y adoptar un tono menos ofensivo, menos ácido hacia las personas.
Hubo una fuerte movilización para frenar las intenciones de Bolloré. Intervino incluso el entonces presidente de la República, el socialista François Hollande, quien defendió el estilo de Los guiñoles con el argumento de que “la caricatura forma parte del patrimonio” nacional francés. La supervivencia de los célebres muñecos se convirtió, pues, en un asunto de Estado. Con todo, el programa perdió su virulencia y dejó de interesar a muchos de sus hasta entonces incondicionales. Además, se tomó la decisión de reservar la emisión a los abonados de Canal+ y de no darlo todo en abierto, antes del noticiario de la noche. Los fans que no pagaban por ver la cadena debían recurrir a internet. Todos estos cambios fueron erosionando la popularidad y haciendo cada vez más improbable la continuidad de las marionetas.
A lo largo de sus tres decenios de vida, Los guiñoles han dado otra versión de la actualidad. En un inicio se inspiraron en el programa británico Spitting image. Luego generaron su propios imitadores en toda Europa. Los personajes pronunciaban frases fetiches, un lenguaje propio, que luego la gente repetía, como broma, con la familia y los amigos.
Algunos personajes de Los guiñoles llegaron a ser entrañables, más queridos que las figuras de la vida real en las cuales se inspiraban, confundiéndose entre ambos. Una de las encarnaciones más exitosas, durante años, fue la del presidente Jacques Chirac. El guiñol ayudó a hacer mucho más simpático al político conservador, que ocupó el Elíseo entre 1995 y el 2007. Eran muy divertidos los lances entre el presidente, sus primeros ministros y sus rivales políticos. En 1995, por ejemplo, el programa ayudó a Chirac en la campaña. Mientras que su muñeco suscitaba cariño, el de Édouard Balladur provocaba rechazo, al ser caricaturizado como un austero monarca del antiguo régimen, distante y frío. En la primera vuelta de los comicios del 2002 hubo polémica porque Los guiñoles, minutos antes de cerrarse los colegios electorales, adelantaron el resultado, alertando de que Jean-Marie Le Pen sería segundo y sugiriendo un último esfuerzo de los votantes para frenar al político ultraderechista.
Otros personajes que triunfaron en Los guiñoles fueron el ciclista Richard Virenque, de quien se mofaban por el dopaje; los futbolistas Jean-Pierre Papin y Éric Cantona, por sus andanzas con la selección; el empresario y expresidente del Olímpico de Marsella Bernard Tapie, y el cantante Johnny Hallyday. Los extranjeros no se libraron del escarnio. Hubo un personaje, Bob Sylvestre –inspirado en el actor Sylvester Stallone–, que caricaturizaba a un cierto tipo de estadounidenses, los partidarios de George W. Bush, durante la guerra de Irak. También el tenista balear Rafael Nadal fue objeto de una campaña muy sucia y que causó indignación, en el 2012, en la que sugerían que se dopaba.
El anuncio de la supresión de Los guiñoles ha coincidido con otra noticia muy negativa para la imagen de Canal+. La cadena de pago, que ostentaba los derechos de difusión de la liga de fútbol francesa desde 1984, perdió este privilegio. A partir del 2020 tendrá los derechos la española –ahora bajo control chino– Mediapro. Canal+ va venía sufriendo durante los últimos años una sangría de abonados. Un millón de ellos han desertado desde el 2015. La jubilación de los muñecos de silicona no es sino la metáfora de la crisis de una cadena que fue pionera pero que no ha podido posicionarse bien en un mercado cada vez más competitivo y de dimensión global.
El expresidente Jacques Chirac fue uno de los personajes más populares e incluso obtuvo rédito electoral