La ‘Soli’ y el ‘rellisquín’
Han leído alguna vez la Soli? Sí, hombre: Solidaridad Obrera, el diario de la CNT/AIT que se publicó, con diferentes interrupciones, entre 1907 y 1939. Yo sí. Y una de las cosas que más interesaron fueron los reportajes de infiltración, que en el mundo del periodismo tienen mucha fama, pero que en Solidaridad Obrera adquieren una significación especial porque el infiltrado es un tipo que tiene relación con otros tipos que quieren la revolución social y que ponen bombas. El primero es un artículo de Jacinto Toryho en el famoso bar Chicote de la Gran Vía de Madrid. No tenía un gran concepto de la decoración moderna. “Butacones de sibarita”, “paredes pintadas por un pintor superrealista” con “motivos poéticos, cursis, ñoños”. Y lo mejor de todo: “una mesa enana” donde dos cocottes rubias escriben una carta. Estas mesitas mínimas, los butacones y la decoración de tubo cromado, encantaban a la gente de los ochenta que recuperaron el Chicote. Recuerdo una noche a la bailarina Sara Baras con toda su compañía, riendo y fumando un cigarro detrás de otro. Toryho pidió un cocktail (“un veneno compuesto por siete substancias alcohólicas”) y al ver que costaba diez pesetas se largó sin pagar.
El otro es una descripción del baile de la Aliança del Poblenou escrita por un tal F.G. Montuenga. El hombre está muy enfadado porque ha descubierto que en el barrio, además de obreros, también hay aristocracia. Y que a su alrededor se concentra un grupo de chicas trabajadoras “que pareciéndoles poca la esclavitud a que están sometidas, encierran su dignidad y las aspiraciones de su clase, en la estrechez de un traje de noche.” Acontinuación describe una escena. Un niña con su madre: se acerca un pollo, la madre lo repasa de arriba a abajo y autoriza el contacto, salen a la pista y “comienzan a bailar al compás de la música sicalíptica de un tango”. “Un sentimiento de asco me empuja a la calle” –dice Montuenga–. Un tipo lo ve salir a toda prisa y exclama: “¡Este se va sin bailar!”
Todos nosotros nos sentimos ahora más cerca de los pollos que bailan que de los anarquistas que despotrican. Nos vemos como unos fredastaires, vestidos de esmoquin, tomando combinados y moviendo los pies como si llevaramos castañuelas en los zapatos. Tanto es así que la gente del Poblenou repite que el cine cerca de la vieja Aliança, el rellisquín, se llamaba de esta forma por una pista de patinaje. ¿Aquella gente, que trabajaba en las fábricas por cuatro reales, muchos de los cuales llevaban pistola, con patines de ruedas? La primera vez que aparece la palabra rellisquín en referencia al cine es en 1910. Mi teoría es que algunos espectadores, de costumbres no precisamente sibaríticas, orinaban sin levantarse del asiento. Lo explico en una visita al Poblenou. Un señor muy simpático me da la razón. Resulta que su bisabuela, Ramona Romero Mateo, de Sacanyet (Alt Palància) vivía en el 192 de la calle Wad-Ras, lavaba ropa en el lavadero del tío Cupido (Llacuna entre Wad-Ras y Enna), y fregaba el suelo del rellisquín, en el que pasaba lo que pasaba. Ya lo decía yo: can pixa i rellisca.
Recuerdo una noche a la bailarina Sara Baras con toda su compañía, riendo y fumando un cigarro tras otro