La Vanguardia

Trump provoca al G-7 al reclamar la readmisión de Rusia con el apoyo de Italia

El presidente de Estados Unidos abre un nuevo frente entre los países más poderosos para zafarse de las críticas por su unilateral­ismo

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

Minutos antes de volar hacia Canadá a la cumbre del G-7, los siete países más desarrolla­dos del mundo, Donald Trump reclamó que se reincorpor­e a ese foro Rusia, una declaració­n con la que intenta desviar la atención de las críticas de Francia y Canadá por su política comercial e internacio­nal. El nuevo Gobierno italiano fue el único que se sumó a la propuesta de Trump.

Maestro de la comunicaci­ón política, Donald Trump cambió ayer de golpe el foco de atención de la cumbre del G-7 del desagradab­le tema del comercio –que tantos ataques le ha valido y le valdrá– por otro con el que reafirmó su voluntad de romper su unidad y sacudir el orden liberal internacio­nal: “¿Por qué vamos a tener esa reunión sin Rusia?”, se preguntó. “Se debería readmitir a Rusia, deberíamos tenerla en la mesa de negociació­n”, soltó minutos antes de volar a Canadá, decidido a “acabar con los injustos acuerdos comerciale­s” con los socios del G-7.

El grupo de países más industrial­izados del planeta se reúne desde ayer en La Malbaie (Charlevoix), un idílico paraje aislado a 150 kilómetros de Quebec (y de las manifestac­iones de protesta), unidos seis socios del club (Canadá, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Japón) en su oposición a las políticas de Estados Unidos. Trump sabía de sus intencione­s de no ceder y aislarlo sin contemplac­iones en las discusione­s sobre el comercio, la seguridad o el clima. Su respuesta, revolver el hormiguero. El fenómeno Trump no ocurre en el vacío y también Europa vive su propia ola de políticos populistas, como los que ahora gobiernan Italia y sembrar el caos es una de las claves de su estilo negociador.

En una señal de lo que se avecina con la llegada de la Liga y el Movimiento 5 Estrellas al poder, el primer ministro italiano, Giuseppe Conte, tardó apenas unos minutos en respaldar la propuesta de Donald Trump: “Rusia debe volver al G-8. Va en interés de todos”, tuiteó Conte en su estreno en la escena internacio­nal. Reformado en el 2008 para aceptarla como miembro, Rusia fue expulsada del grupo en el 2014 a raíz de la anexión de Crimea y sus acciones en Ucrania.

Los europeos rechazan unánimente la vuelta de Rusia al grupo, dijeron poco después fuentes diplomátic­as del Elíseo. La posición pactada en la reunión de coordinaci­ón de los líderes europeos recuerda la “vigilancia” del G-7 sobre las acciones desestabil­izadoras de Rusia pero, en una pequeña concesión a Italia, plantea la posibilida­d de “establecer un diálogo”. “Recordemos por qué el G-8 se convirtió en el G-7”, alertó la primera ministra británica, Theresa May. “Antes de iniciar cualquier tipo de discusión debemos asegurarno­s de que Rusia corrige su conducta”.

Lo relevante no es tanto que Ro- ma pidiera la readmisión de Moscú –el anterior gobierno italiano y Japón lo han sugerido en el pasado–, sino su aplauso inmediato a una iniciativa pensada para minar la unidad del G-6, que parece confirmar las sospechas de que el nuevo Ejecutivo puede buscar la concertaci­ón con Washington sin atender a las posiciones europeas.

“El estatus de nuevo mejor amigo de Trump tiende a no durar mucho. Lo fue Macron y antes lo fueron Trudeau, el chino Xi Jinping y el japonés Shinzo Abe, pero no te ofrece mejor trato que a los demás en nada. Si acaso te deja estrechar su mano unos minutos más pero no se traduce en nada. Si Conte es su nuevo mejor amigo, ya veremos lo que dura”, afirma Bart Oosterveld, director del programa económico del Atlantic Council, un think tank conservado­r de Washington. Sembrar la división entre los europeos puede servir a los intereses del presidente Trump en la guerra comercial en ciernes, que la Unión Europea teme que se agrave con la imposición de aranceles a sus exportacio­nes de coches.

Al término de la primera jornada de trabajo de la cumbre, Trump admitió a la prensa que no había abordado el tema con el resto de líderes. El presidente ruso, Vladímir Putin, por su parte, se mostró poco intere-

ROMA, CON TRUMP Y MOSCÚ “Rusia debe volver al G-8; va en interés de todos”, afirma el nuevo premier italiano

RECHAZO EUROPEO

“No olvidemos por qué el G-8 se convirtió en el G-7”, replica la líder británica, May

sado por volver al club por invitación de Trump, que se definió como el presidente “más duro” con Moscú para justificar su defensa a pesar de la investigac­ión sobre si le prestaron ayuda en la campaña de las elecciones del 2016. El Kremlin dijo estar centrado “en otros formatos”, poniendo en duda el sentido y la representa­tividad del selecto grupo de países creado en 1975, superado en relevancia en los últimos años por el G-20. El analista Ian Bremmer lleva tiempo refiriéndo­se al G-7 como el G-0 para ilustrar su escasa utilidad en el mundo multipolar actual.

La reunión “más difícil en años” del G-7 –como la definió el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk– pondrá de relieve el aislamient­o de Washington frente a los otros seis miembros del club en cuestiones como la seguridad internacio­nal, el comercio o el cambio climático, cuestiones en las que la Casa Blanca ha roto el consenso abandonand­o el acuerdo con Irán, castigando con aranceles a sus aliados y saliendo del acuerdo de París sobre ahorro energético. “Lo que más me preocupa, sin embargo, es el hecho de que el orden internacio­nal está siendo desafiado y, sorprenden­temente, no por los sospechoso­s habituales sino por su principal arquitecto y garante: Estados Unidos”, dijo Tusk antes de la reunión a orillas del magnífico estuario del río San Lorenzo.

Trump salió con retraso de Washington y se irá hoy de Quebec siete horas antes de que acabe la reunión para viajar desde allí directamen­te a Singapur, donde el martes 12 se reunirá con el líder de Corea del Norte, Kim Jong Un. No participar­á, por tanto, en la sesión de trabajo sobre cambio climático y no estará presente cuando se anuncie el comunicado final con las conclusion­es de la cumbre, que –de haberlas– podrían no contar con la firma de Estados Unidos y visibiliza­r la existencia de un G-6. Es lo que amenazó con hacer Macron, concertado con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, anfitrión del encuentro. Ayer cobraba fuerza la posibilida­d de que la cita acabe excepciona­lmente sin comunicado final debido a la falta de consenso.

El líder estadounid­ense contestó combativo el jueves desde su cuenta de Twitter a las amenazas de aislamient­o de Trudeau y Macron y llegó tarde a La Malbaie, por lo que tuvo que cancelar la reunión prevista con el francés. La cita se produjo finalmente unas horas más tarde. Un vídeo del Elíseo muestra a ambos líderes charlando distendida­mente en un sofá con un mensaje a favor del diálogo que contrastab­a con sus duras palabras sobre el unilateral­ismo estadounid­ense.

El particular romance entre Macron y Trump, escenifica­do durante la visita de Estado a Washington en abril, no ha dado los resultados esperados. Días después de separarse, el líder estadounid­ense enfureció a sus aliados en América y Europa al abandonar el acuerdo nuclear con Irán e imponer aranceles al acero y el aluminio alegando razones de seguridad nacional.

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EVAN VUCCI / AP El presidente Trump se coloca para la foto de familia del G-7, flanqueado por May, Merkel, Trudeau y Macron

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