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El diálogo que se ha iniciado entre Pedro Sánchez y Quim Torra, y los graves problemas ecológicos que provoca el plástico en el Mediterráneo.
ESPAÑA tiene un problema con el plástico. O, para ser más exactos, con el destino que le da una vez utilizado. Según un informe de la oenegé WWF hecho público ayer con motivo del día mundial de los Océanos, España no solamente es el cuarto país de la Unión Europea que más plástico consume sino que también es el segundo que más material de este tipo vierte al Mediterráneo, por detrás de Turquía.
De acuerdo con los datos facilitados por la mencionada oenegé, el 95% de los residuos que flotan en las aguas del Mare Nostrum y que acaban en las playas son plásticos. Además de Turquía y España, los estados más contaminantes son Egipto y Francia, países todos ellos con altos niveles de turismo. Otro dato que debería llamar a reflexión es que el Mediterráneo, que acumula el 1% del agua mundial, recoge el 7% de los microplásticos del planeta, y la cuenca mediterránea genera la mayor cantidad de residuos sólidos urbanos per cápita. Repetidas veces se ha dicho que el Mediterráneo está enfermo. De hecho, lo está matando el plástico. Su biodiversidad está seriamente amenazada. Los datos mencionados no sólo así lo certifican sino que deberían servir de señal de alarma de las nefastas consecuencias que esta contaminación puede tener tanto en la pesca y en el turismo –con la consiguiente afectación sobre los sectores que viven de ellos– como en aspectos tan trascendentales como la supervivencia de las especies marinas y la propia salud humana.
Tres son las causas que generan el problema: el uso excesivo de plásticos, la pésima gestión de los residuos y el turismo de masas en el Mediterráneo. Ponerse manos a la obra para revertir esta situación es tarea de todos. De las administraciones públicas, de las empresas y de la ciudadanía. Las administraciones deben aprobar leyes que mejoren los sistemas de reciclaje y castiguen severamente a quien contamine. Sería conveniente trabajar para lograr un acuerdo internacional vinculante a fin de evitar los vertidos a los mares. Un buen paso sería fijarse el objetivo de que todos los plásticos sean reciclados y reutilizables prohibiendo los de un solo uso, como ya ocurre con las bolsas. Y ahí es donde las empresas deben investigar e innovar para lograr un plástico más efectivo y sostenible. Y finalmente, el ciudadano debe concienciarse para defender el medio ambiente y hacer un uso responsable y limitado de estos materiales.
Un dato escalofriante debería servirnos de reflexión definitiva: si seguimos consumiendo al ritmo actual, en el año 2050 habrá más plásticos que peces en el mar.