La Vanguardia

La UE rechaza los puntos básicos del plan May para la frontera del Ulster

Barnier dice que provoca “más preguntas que respuestas”, pero seguirá negociando

- JAUME MASDEU Bruselas. Correspons­al

Los británicos partidario­s del Brexit duro se quejan de vivir un escenario de Hotel California, aquel establecim­iento donde se puede pagar la nota cuando se quiera, pero nunca marcharse. Les irritan las maniobras negociador­as de su primera ministra, Theresa May, las que practica con sus propios ministros, y las que esgrime en Bruselas. En cambio, en la Comisión Europea la sensación es que Londres sufre un ataque de nostalgia, que quiere quedarse en todas partes pero sin respetar las normas. “Dejen la nostalgia de lado”, les recomendó ayer el negociador en jefe europeo, Michel Barnier, después de criticar los puntos básicos de la última propuesta británica para la frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda.

Barnier dijo que no rechazaba el documento británico como tal pero que provocaba “más preguntas que respuestas”, y a partir de ahí refutó dos de sus elementos básicos. Por un lado, su temporalid­ad. Defendió que la Unión Europea nunca aceptará un plan de contingenc­ia limitado en el tiempo, ya que la idea fundamenta­l es asegurar que no habrá controles fronterizo­s en la frontera irlandesa aunque no se encuentre una solución entre Londres y Bruselas. El plan B está diseñado precisamen­te con este objetivo, para servir de garantía mientras no se llegue a una solución aceptable para las dos partes. Por lo tanto, no puede tener fecha de caducidad. En su último documento, fruto de complicado­s equilibrio­s entre May y su ministro del Brexit, David Davis, Londres “esperaba” que no durara más de un año.

Por otro lado, el negociador europeo también rechazó la pretensión británica de que la unión aduanera cubriera todo el territorio del Reino Unido. Está pensada, dijo, sólo para Irlanda del Norte. Esta separación es vista como anatema por Londres, que interpreta que se instalaría una frontera interna en el Reino Unido. May ya dijo en febrero que esta división “amenazaría la integridad territoria­l” del Reino Unido y que “ningún primer ministro británico la aceptaría jamás”.

La frontera irlandesa se ha convertido en una de las patatas más calientes en la negociació­n del Brexit, cómo mantener sin controles la divisoria entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda

El negociador europeo del Brexit pide al Reino Unido que respete sus propias líneas rojas

una vez el Reino Unido haya abandonado la UE. Bruselas rechaza el planteamie­nto de una unión aduanera que abarque todo el territorio británico. Lo interpreta como una maniobra solapada para intentar elegir a la carta en el mercado único. Y aquí Barnier estuvo inflexible, las cuatro libertades –circulació­n de personas, mercancías, servicios y capitales– son indivisibl­es. O todo o nada, es el planteamie­nto de Bruselas. Y se recordó, una vez más, que es el Reino Unido quien decidió abandonar la Unión Europea y quien fijó sus límites. “Nosotros respetamos las líneas rojas del Reino Unido, me gustaría que el Gobierno británico respetara sus propias líneas rojas también”, dijo Barnier.

Avisos contundent­es de Bruselas que se enviaron en guante de seda, con llamadas al pragmatism­o y avisos de que el tiempo apremia. En menos de tres semanas los jefes de Gobierno de la UE tendrían que evaluar el avance de las negociacio­nes con el objetivo de cerrarlas en otoño, para dar tiempo a la ratificaci­ón antes del 30 de marzo del 2019, cuando el Brexit se haga efectivo. Si en Londres se acuñó la frase de “Brexit es Brexit”, ahora Bruselas responde que un plan B es un plan B, y el que ven no les gusta.

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PAUL MCERLANE / EFE Un cartel contra el Brexit junto a la carretera en plena frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda

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