Vuelve la pinza
Cielos, la pinza! Hacía años que no aparecía en la política española. La última vez que fue vista la formaban el Partido Popular por la derecha y el Partido Comunista o Izquierda Unida por la izquierda para atenazar al Partido Socialista. Nunca fue una operación programada, pero funcionaba. Ahora tampoco es fruto de un acuerdo previo, pero empezó a funcionar: el mismo PP y Unidos Podemos se distinguen por su presión sobre Pedro Sánchez, con argumentos distintos, pero con la misma intención de deteriorar a su Gobierno. El PP pretende la demolición sobre la base de la falta de legitimidad de las urnas y de un supuesto entreguismo a los independentistas. Unidos Podemos juega a tener influencia, incluso entrar en el Gabinete, o convertir el mandato de Sánchez en un calvario. No parecen estar coordinados, pero el objetivo es el mismo: asfixiar al presidente. Y todo ello, sin esperar a los clásicos cien días. “Que nos den por lo menos una semana”, suplicaba ayer la ministra portavoz.
Así comienza la era Sánchez, que ha conseguido asustar a sus rivales. El recibimiento a su Gabinete ha sido tan favorable en los medios, que levantó las alarmas de esos competidores y, ¡quién lo iba a decir!, coinciden en sus mensajes: se trata de un equipo de figurines que va a utilizar el Gobierno con fines electorales; se trata de un Ejecutivo débil que es imposible que gobierne con sólo 84 escaños. Y Pablo Iglesias teme algo más: teme que el PSOE inicie desde el poder y con las ventajas del poder “una larguísima campaña electoral”.
No desprecien el diagnóstico. Si Sánchez se limita a gestionar lo diario, será un presidente anodino, por no decir de pura transición. Por eso su mago de guardia, Iván Redondo, se lanza a pronosticar que “Sánchez va a sorprender”, y añade este cronista que ya se encargará Redondo de que sorprenda. Quien ha llegado así a la Moncloa no lo hace para estar unos meses y poner su cargo en el currículum. Lo hace para demostrar que sus “peores resultados de la historia” han sido un accidente. Su ambición es ganar las elecciones y las convocará cuando las encuestas le digan que lo puede hacer; es desmentir que tiene poca calidad de gobernante, y es demostrar que es más capaz que Mariano Rajoy de afrontar los problemas del país.
De momento hace cosas razonables. La primera, encontrar la palabra para su mandato: “Normalización”. Igual que Suárez tuvo la reforma política, González el cambio, Aznar la segunda transición, Zapatero la reforma social, y Rajoy, la recuperación, Sánchez se propone normalizar España, que no es mala receta para un país de sobresaltos permanentes. La segunda, establecer las prioridades, y la principal es Catalunya, que la ministra portavoz elevó a la categoría de primer problema nacional. Y la tercera, las aspiraciones clásicas del socialismo: igualdad y justicia social. En el fondo, Pablo Iglesias no quiere sólo derribarle para ocupar su puesto en la izquierda; lo que quiere es participar de los beneficios electorales que una política socialmente activa pueda reportar. Si no lo consigue, Sánchez gobernará atrapado en la pinza.