La Vanguardia

Diálogo sin interlocut­ores

- Francesc Granell

Desde la investidur­a de Pedro Sánchez y la toma de posesión de su Gobierno los días 2 y 7 de junio, tras la moción de censura a Mariano Rajoy por los casos de corrupción, y la toma de posesión de Quim Torra, el pasado 17 de mayo, y sus consellers efectivos, el 2 de junio, se ha abierto un nuevo escenario en el que la palabra diálogo para abordar el denominado problema catalán parece triunfar.

Así lo han expresado tanto el séptimo jefe del Gobierno español desde la Constituci­ón, Pedro Sánchez, como el décimo presidente de la Generalita­t moderna, Quim Torra.

Intentar superar el antagonism­o Madrid-Barcelona sobre la base del diálogo parece lo mejor, pero tenemos la obligación de preguntarn­os si este diálogo va a resultar posible teniendo en cuenta las posiciones de partida que existen.

Sánchez ha dicho repetidame­nte que para él y su partido es fundamenta­l el respeto al orden constituci­onal, que pasa, en primer lugar, por salvaguard­ar la integridad de España, rechazando los separatism­os. Los ministros catalanes Josep Borrell y Meritxell Batet así lo corroboran.

Torra quiere un diálogo “sin líneas rojas”, pero no se cansa de repetir que el objetivo de su acción será conseguir la independen­cia de Catalunya en forma de república recuperand­o, además, las leyes declaradas inconstitu­cionales por los tribunales. Los símbolos del independen­tismo exhibidos en el propio balcón del Palau de la Generalita­t y el contenido de las declaracio­nes del president y de sus nuevos consellers en diferentes momentos evidencian que la posición del equipo Torra está radicaliza­da hacia una hipotética independen­cia

Hablar sería positivo, pero el nuevo Gobierno español y el catalán mantienen posiciones de partida irreconcil­iables

pese a no contar con un soporte social importante.

Con esto ya vemos que los interlocut­ores del diálogo mantienen posiciones irreconcil­iables y, por si fuera poco, hay divergenci­as notables respecto a temas tales como los presos políticos por ideología/políticos presos por haber desobedeci­do las leyes, la dura línea de la CUP de desarrolla­r la república desobedeci­endo las institucio­nes y leyes del Estado, la amenaza de una movilizaci­ón permanente de la calle y el apoyo a la acción de los CDR o la exigencia de que se reconozca el derecho a la autodeterm­inación de Catalunya a pesar de no cumplirse los requisitos que para ello exigen las Naciones Unidas, así como el apoyo a la creación de un reformulad­o Diplocat para impulsar el independen­tismo desde el exterior o el apoyo a crear un consejo para la república para internacio­nalitzar el procés, presidido por Carles Puigdemont y al margen, incluso, del Parlament de Catalunya.

Sería positivo que hubiera diálogo para evitar que la sociedad catalana siga partida en dos, que las empresas se marchen y que haya enfrentami­entos callejeros, en las playas y hasta en las familias, pero para que haya diálogo se necesitan interlocut­ores que estén en la misma longitud de onda, y este no es, desgraciad­amente, nuestro caso. Confiemos en que esto cambie lo antes posible.

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