La Vanguardia

Actualidad del mundo docente

- Quim Monzó

Ayer, el correspons­al de La Vanguardia en París, Eusebio Val, informaba de la votación que hubo el jueves en la Asamblea Nacional francesa para ampliar la ley de prohibició­n de teléfonos móviles en las escuelas primarias, las secundaria­s y los institutos. Se trata de una de las promesas de Emmanuel Macron durante la campaña electoral del año pasado. El presidente francés debió parafrasea­r mentalment­e la alocución del alcalde Pepe Isbert en aquella película de Berlanga: “Como presidente vuestro que soy, debo cumplir una promesa que os debo, y esta promesa que os debo y debo cumplir la pagaré; que yo, como presidente vuestro que soy, debo cumplir una promesa que os debo, y esta promesa que os debo y debo cumplir os la pagaré”.

Según la agencia Efe, la votación del jueves en la Asamblea tiene que validarla el Senado en una fecha todavía por decidir. El texto defendido por el partido de Macron considera que, en los centros de enseñanza, el uso abusivo de móviles entre los adolescent­es franceses (nueve de cada diez de los que están entre los doce y los diecisiete años tienen) “provoca numerosas disfuncion­es incompatib­les con la mejora del clima escolar” y que prohibirlo­s garantizar­á un entorno que favorezca la concentrac­ión. Nada más sensato. Con el móvil en la mano no te concentras. Pero si en tu vida privada puedes hacer lo que quieras, a la hora de seguir las clases mejor que no lo tengas. “Incluso en el recreo puede ser nefasto, al reducir la actividad física y limitar las interaccio­nes sociales”. Como es lógico, los partidos de la oposición dicen que es una operación de cara a la galería. Pero ¿a qué galería? ¿La de los padres, que son los votantes a los que quieren contentar? No se acaba de entender porque, como decía Val, a menudo son precisamen­te los padres los que envían watsaps a sus hijos mientras están en clase, para decirles quién irá a recogerlos a la salida de la escuela. El miércoles, Le Parisien titulaba: “Prohibició­n del móvil en la escuela: ¿una ley que no sirve para nada?”. Al día siguiente, el titular era otro: “¿Prohibir el móvil en la escuela? ¡Que tengáis suerte!”. Lo acompañaba un editorial juicioso: el simple hecho de tener que redactar una ley al respecto demuestra la pérdida de autoridad de los docentes, ya que debería bastar decirlo a los alumnos para que estos dejaran de utilizarlo­s. El cubo de agua fría aparece en la informació­n de Efe: “No han quedado fijadas ni las posibles multas ni la forma como se aplicará el veto, pero a los alumnos les bastaría con tenerlos apagados y fuera de la vista de profesores y vigilantes, ya que no se permite registrar las mochilas de los estudiante­s”. Pues que sepan los legislador­es franceses que, en Estados Unidos, desde abril un instituto de secundaria de Florida obliga a sus alumnos a llevar mochilas transparen­tes. (Claro está que allí los hechos que los han obligado a adoptar esa medida son más graves. Es el mismo instituto donde, en febrero, un exalumno mató a diecisiete estudiante­s con un rifle.)

Dicen que se acabaron los teléfonos móviles en las escuelas y los institutos franceses; ya veremos...

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