Las semillas del diálogo
PEDRO Sánchez presidió ayer su primer Consejo de Ministros, en el que como es ya bien sabido se sentaron por primera vez más mujeres que hombres. Un fruto de esta reunión, comunicado a su término por Isabel Celaá, ministra de Educación y portavoz del Ejecutivo, fue descartar la aplicación por parte del Gobierno de nuevos controles del gasto a la Generalitat. Esta relajación tutelar fue duramente criticada de inmediato por formaciones como el PP o Ciudadanos. Según ambos partidos, se estaría abriendo la puerta para que los soberanistas puedan volver a dedicar partidas del presupuesto a fines ilegales. Para los independentistas, en cambio, esos controles han decaído con el artículo 155 y recuerdan que hay una intervención anterior ligada al FLA. A nuestro entender, existe una apuesta por el regreso a la normalidad financiera de la Generalitat y una voluntad conciliadora del Gobierno hacia el Govern. Se prepara para fechas próximas un primer encuentro entre Sánchez y Torra (que ayer ya hablaron por teléfono). De hecho, Torra recibió también ayer a Miquel Iceta, líder de los socialistas catalanes, en el Palau de la Generalitat, para ir allanando entre ambos el camino.
Las relaciones entre la Generalitat y el Gobierno se han deteriorado tanto en los últimos tiempos que es preciso rehacerlas poco menos que de raíz. De ahí vienen todos estos prolegómenos para definir el marco y el temario de las conversaciones, siempre dentro de la ley, como se encargaron de subrayar Celaá o Iceta. Tanto Iceta como Torra coincidieron en que es prioritario rebajar la tensión entre la Administración central y la autonómica. Cierto: sólo así se conseguirá avanzar.
El Gobierno ha anunciado, como destacábamos en nuestra portada de ayer, que Catalunya es un objetivo prioritario en su agenda. Se trata de restaurar las relaciones bilaterales y de sustituir el encono o el desistimiento que las han caracterizado durante los últimos meses por el diálogo. Sin duda, los objetivos del Estado y del independentismo son divergentes. Pero no por ello deben renunciar a sentarse y hablar.
La idea del diálogo es dominante en la carta que el presidente Sánchez entregó ayer a sus diecisiete ministras y ministros. En ella, y tras señalar los principales retos a los que se enfrenta su Gabinete –consolidación y modernización de la economía nacional, fortalecimiento de la cohesión social y territorial y regeneración democrática–, Sánchez abunda en la idea del diálogo. Dice textualmente: “Debemos hacer del consenso, la negociación y el pacto un mecanismo esencial de funcionamiento. Tanto en nuestra relación con los grupos políticos como con las organizaciones sociales y colectivos ciudadanos”. Podrá decirse que la minoría parlamentaria de 84 diputados no le da al PSOE otra opción. Pero queremos creer que esa voluntad de diálogo, además de responder a una necesidad, responde a una convicción. Y que por tanto, tal y como avanza Sánchez, el diálogo se va a convertir en el ya citado “mecanismo esencial”.
La senda que hay por delante es larga. El consenso entre el independentismo y el Estado es, ahora mismo, nulo. Sin embargo, la convivencia sigue siendo un objetivo colectivo. El cómo se logra la convivencia puede someterse a debate. Pero la evolución de la convivencia por cauces civilizados es un deseo compartido por todos. Hay que plantar estas primeras semillas del diálogo, si aspiramos a recoger algún día su fruto.