La Vanguardia

Un gnomo se muda a Les Corts

El ser mitológico, que trabajaba en un bosque de Polonia, se establece en la misma calle en la que vive desde hace más de un año el Ratoncito Pérez

- RAÚL MONTILLA

Max hace nueve meses que se instaló en el barrio de Les Corts de Barcelona. Se estableció sin hacer ruido en el inmueble que queda entre los números 25 y 29 de la calle Taquígraf Garriga. ¿En el número 27? No hay número, es donde está la casa del Ratoncito Pérez. Desde entonces apenas ha visto la luz porque se ha dedicado a construir su nuevo hogar en el que quizás lo más destacable es el gran almacén interior donde guardará los chupetes. Porque Max, que apenas mide ocho centímetro­s, es un gnomo que se dedica a eso, a recoger los chupetes de los niños. Una alternativ­a a los Reyes Magos, que suelen hacer lo mismo durante la cabalgata, o más bien un complement­o. La presencia del pequeño ser mitológico permite vencer la estacional­idad.

“No, no quiere decir cuánto mide el almacén”, comenta Mónica, una vecina del barrio que le hace de traductora en la terraza del centro cívico de Can Deu, donde el gnomo permanece oculto ante la mirada de todos, medio cubierto con la chaqueta de la mujer, detrás del casco de su moto. Mónica es una de las pocas personas que hablan el idioma de los gnomos –es difícil incluso pronunciar el nombre del lenguaje, para el oído no acostumbra­do suena a una serie de sonidos guturales y haches aspiradas– y Max sólo habla ese idioma y polaco (es de la ciudad de Wroclaw). De edad indetermin­ada, su anterior oficio era el de barquero de ranas en un frondoso bosque. Es parco en estatura yb también en palabras.

“Dice que manda los chupetes a los países nórdicos. Allí en algunos bosques cuelgan los chupetes”, traduce Mónica. ¿Para qué los quieren? El gnomo frunce el ceño, como si ahora sí hubiese entendido la pregunta, y se pone el dedo índice delante de la boca haciendo el gesto de silencio. Pero guiña un ojo. No parece molesto. “Los secretos de la magia no se pueden desvelar nunca, sino deja de ser magia y sin magia no existiría yo, como tampoco lo haría el Ratoncito Pérez. ¿Los niños lo saben y tú que eres tan grande no?”, traduce enérgicame­nte Mónica, imitando también la carcajada con la que acaba el pequeño ser.

El ruido de una moto hace que incluso la traductora del gnomo dirija la mirada hacia la puerta de la terraza del centro cívico. Max ya no está. “Se ha ido a su casa”, dice Mónica, conocida en el barrio también como la ayudante del Ratoncito Pérez.

El roedor está en Les Corts desde hace más de un año y medio. Antes de trasladars­e a la calle Taquígraf Garriga (la dirección sale en Google Maps y su casa la visitan hasta turistas japoneses) estuvo en otro emplazamie­nto. “Pero había muchos gatos”, recuerda ahora Mónica delante de la casa del ratón –que cuenta también con parking–, y la del gnomo, a apenas un metro de la del roedor. Allí dos niñas de 3 años y un niño de 4 juegan con los pequeños objetos que hay alrededor de las dos casas. Y de tanto en tanto llaman a la puerta de la del ratón. Si se dan tres golpes se escuchan los pasos de Pérez. Hay días con colas de veinte niños para llamar a la puerta. Mónica explica que pueden llegar a aparecer 40 cartas en una sola jornada: con dientes, sin ellos, con algún juguete...

Y ahora Max. A pesar de llevar nueve meses en el barrio, no fue hasta el pasado miércoles cuando apareció una enorme seta rodeando la puerta de entrada de su casa. Ese mismo día, apareció una placa: “Carrer del Ratolí Pérez”. ¿Rivalidad? Lo cierto es que este tramo de calle apareció también ese mismo día, explican los vecinos, cubierta por una fina capa de purpurina lila. “Algo celebraron –apunta Mónica–. No, no se llevan mal y se conocen desde hace tiempo, aunque no hablen de ello”.

La casa del roedor en el último año y medio ha ido evoluciona­ndo: ha ido cambiando la puerta, un día apareció el parking (los niños, de tanto en tanto dejan un coche), otro una carretilla para transporta­r los dientes –cada vez son más–, se adornó la fachada para fiesta mayor... Con la de Max, aunque mucho más reciente, todo apunta a que pasará lo mismo: de hecho ya está pasando desde el miércoles. ¿Pero por qué el Ratoncito Pérez y el gnomo Max han elegido Les Corts para vivir? “Es un barrio en el que hay muchos niños”, dice Mónica. Y también hay magia. Y no una magia cualquiera, la que provoca sonrisas, la que despierta ilusión. La que hace brillar la mirada a los niños. Sin ella, seguro que ninguno de los dos (ni Pérez, ni Max) se habrían mudado a Les Corts.

El ser, de apenas ocho centímetro­s, procede de Polonia, donde trabajaba como barquero de ranas

 ?? MONTSE GIRALT ??
MONTSE GIRALT
 ?? MONTSE GIRALT ??
MONTSE GIRALT

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain