“To be a ministra”
To be or not to be” es una frase que todos conocemos. “To be or not to be a MI” es una frase nueva que me acabo de inventar porque la necesito.
“To be or not to be a ministra”? Mi pregunta surge porque, hasta muy recientemente, la mayoría de personas en la vida política pública eran hombres. Ha sido necesaria una ley de cuotas para conseguir la paridad. Lo que no sucede por convicción moral, se legisla, pero todavía se arrastra un lastre simbólico (mucho más pesado para quien lo acarrea sobre sus espaldas). La modificación del imaginario colectivo no se logra por decreto. Es fruto de una exasperantemente lenta labor de estudio, activismo y estrategia cultural, que no excluye la ironía.
Si, como nos recuerda Mary Beard, el poder se ha entendido como un atributo masculino y se constituye silenciando a las mujeres, entonces, romperlo es un acto transgresor que genera resistencia. He ahí la misión de la pregunta que estratégicamente se ha planteado al foro público: “¿A un gabinete ministerial con mayoría de mujeres debemos denominarlo Consejo de Ministras? Es una pregunta retórica, lo que no significa que sea irrelevante o baladí. Cumple una doble función. Por una parte, cuestiona la supuesta neutralidad del masculino como genérico. No lo desconoce; más bien se niega a reconocerlo como válido. Para muchas personas, mujeres y en número creciente hombres, utilizar la misma forma del masculino como forma neutra nos refiere a un pasado de hegemonía patriarcal en el que las mujeres han sido y son relegadas a un segundo plano, se cuestionan sus méritos y valía, y se sobrevalora su aspecto físico.
Si no ha sido educado como mujer, trate de imaginar el desequilibrio personal que le produciría mirarse en un espejo y no verse. Sepa que dudaría usted de su valor y de su existencia, se desintegraría. Para contrarrestarlo, tendría que invertir un gran esfuerzo en pensarse, en establecer alianzas para reintegrarse. Esta metáfora especular sirve para entender cómo se siente una niña cuando en el colegio le enseñan la historia del hombre, los logros del hombre, etcétera. No de la humanidad, sino del hombre. Parece que una sólo pueda lograr entreverse como persona siendo hombre. Fantasmagóricamente. Y eso es terrible, ¿no creen? He ahí la segunda función de la pregunta inicial: cambiar una mentalidad, hacer evolucionar unos mores que perpetúan un modo de entender el poder y el género.
Yo celebraría el uso generalizado del término neutral Gabinete Ministerial y también de ciudadanía, vecindario, estudiantado, alumnado, ser humano, humanidad, etcétera. Este tipo de términos evitan el desdoblamiento, son inclusivos y también neutrales. Lo celebraría porque las mujeres estamos cansadas de tener que luchar contra los estereotipos que nos devalúan, que cuestionan nuestra autoridad y nuestra competencia. Créanme, es muy cansado tenerlo que decir. No nos queremos cansar más. Queremos concentrarnos en nuestro trabajo y ser, sin más. To be me.