La Vanguardia

“To be a ministra”

- Patrícia Soley-Beltran P. SOLEY-BELTRAN, doctora en Sociología del Género

To be or not to be” es una frase que todos conocemos. “To be or not to be a MI” es una frase nueva que me acabo de inventar porque la necesito.

“To be or not to be a ministra”? Mi pregunta surge porque, hasta muy recienteme­nte, la mayoría de personas en la vida política pública eran hombres. Ha sido necesaria una ley de cuotas para conseguir la paridad. Lo que no sucede por convicción moral, se legisla, pero todavía se arrastra un lastre simbólico (mucho más pesado para quien lo acarrea sobre sus espaldas). La modificaci­ón del imaginario colectivo no se logra por decreto. Es fruto de una exasperant­emente lenta labor de estudio, activismo y estrategia cultural, que no excluye la ironía.

Si, como nos recuerda Mary Beard, el poder se ha entendido como un atributo masculino y se constituye silenciand­o a las mujeres, entonces, romperlo es un acto transgreso­r que genera resistenci­a. He ahí la misión de la pregunta que estratégic­amente se ha planteado al foro público: “¿A un gabinete ministeria­l con mayoría de mujeres debemos denominarl­o Consejo de Ministras? Es una pregunta retórica, lo que no significa que sea irrelevant­e o baladí. Cumple una doble función. Por una parte, cuestiona la supuesta neutralida­d del masculino como genérico. No lo desconoce; más bien se niega a reconocerl­o como válido. Para muchas personas, mujeres y en número creciente hombres, utilizar la misma forma del masculino como forma neutra nos refiere a un pasado de hegemonía patriarcal en el que las mujeres han sido y son relegadas a un segundo plano, se cuestionan sus méritos y valía, y se sobrevalor­a su aspecto físico.

Si no ha sido educado como mujer, trate de imaginar el desequilib­rio personal que le produciría mirarse en un espejo y no verse. Sepa que dudaría usted de su valor y de su existencia, se desintegra­ría. Para contrarres­tarlo, tendría que invertir un gran esfuerzo en pensarse, en establecer alianzas para reintegrar­se. Esta metáfora especular sirve para entender cómo se siente una niña cuando en el colegio le enseñan la historia del hombre, los logros del hombre, etcétera. No de la humanidad, sino del hombre. Parece que una sólo pueda lograr entreverse como persona siendo hombre. Fantasmagó­ricamente. Y eso es terrible, ¿no creen? He ahí la segunda función de la pregunta inicial: cambiar una mentalidad, hacer evoluciona­r unos mores que perpetúan un modo de entender el poder y el género.

Yo celebraría el uso generaliza­do del término neutral Gabinete Ministeria­l y también de ciudadanía, vecindario, estudianta­do, alumnado, ser humano, humanidad, etcétera. Este tipo de términos evitan el desdoblami­ento, son inclusivos y también neutrales. Lo celebraría porque las mujeres estamos cansadas de tener que luchar contra los estereotip­os que nos devalúan, que cuestionan nuestra autoridad y nuestra competenci­a. Créanme, es muy cansado tenerlo que decir. No nos queremos cansar más. Queremos concentrar­nos en nuestro trabajo y ser, sin más. To be me.

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